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viernes, 11 de febrero de 2011
PSOE
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Algo tiene que marchar muy mal en un país cuando un etarra confeso, tiene en su poder para su uso personal una tarjeta de móvil del que fue director general de la Policía y socialista, Víctor García Hidalgo.
Nos encontramos ante una sociedad que ha perdido el rumbo y el sentido moral. España tragó con los Gal y no llegó a depurar todas las responsabilidades, dejando suelto al señor X, que todavía, de vez en cuando, se permite dar consejos.
Ahora nos enfrentamos a otro caso muy grave que debería hacernos reflexionar a todos sobre la dirección que hemos tomado. El llamado caso Faisán, en el que unos altos cargos de la policía avisan a unos etarras de que no acudan a una reunión de entrega de dinero procedente de la extorsión, porque los van a detener, clama al cielo.
Tan llamativo es el caso, que en las mismas grabaciones de las conversaciones de Elosua y su yerno, muestra éste la extrañeza que le produce el aviso, el asombro de que le avise la propia policía. Es tan inaudito que hasta ellos dudan de la veracidad del caso, porque es imposible caer tan bajo.
José Manuel Gómez Benítez, vocal del Consejo General del Poder Judicial y catedrático de Derecho Penal, según el acta que realizó ETA de las reuniones "negociadoras" mantenidas con él y que le ha sido intervenida al etarra Francisco Javier López Peña, alias Thierry, esgrimía el "chivatazo" como prueba del "compromiso" del Gobierno en el mal llamado proceso de paz. ¿Qué podemos los ciudadanos esperar de la Justicia cuando es la misma Justicia la que se pone a la altura de los asesinos?
Y todo esto estaba ocurriendo mientras el Gobierno juraba que había enterrado toda negociación con ETA tras el atentado de la T4, donde fueron asesinados dos inmigrantes ecuatorianos.
Cuando detienen al etarra Yurrebaso, alega que él está en conversaciones con el Gobierno y no puede ser detenido y muestra no sólo el teléfono personal de García Hidalgo con el que mantiene conversaciones, sino el móvil con tarjeta prepago que el mismo García Hidalgo le había entregado, habiéndolo estado usando él primero (lo que da idea de su cociente intelectual). Llevaba consigo varias de esas tarjetas prepago, todas entregadas por la policía a los etarras, desde ellas los etarras se habían puesto en contacto con el PSE, hablando con Eriguren y con el jefe se seguridad del PSOE.
Este no es un caso que ningún juez pueda considerar irrelevante como hizo Garzón en su día y enterrarlo en un cajón, y tampoco vale dejar sin llamar a declarar a aquellos hacia los que apunta la trama por ser de su uso personal los teléfonos utilizados, como es el caso de Antonio Camacho, para no "enfadar" a Interior. La Justicia debe ser igual para todos. Hay que comenzar a plantearse en qué sociedad deseamos vivir, si en la sociedad del todo vale y el fin justifica los medios o en una sociedad Justa y Ética en la que los principios morales sean un valor y no algo ya en desuso.
Hay que regenerar a la sociedad en general y a la clase política muy en particular, porque precisamente por ocupar un lugar preeminente debieran ser un ejemplo de seriedad y buen hacer y no todo lo contrario. Deben aprender que la dignidad no se puede comprar y es algo tan frágil, que una vez perdida, ya no se recupera nunca.
sábado, 5 de febrero de 2011
EL MOVIMIENTO SLOW
EL MOVIMIENTO SLOW
Todo comenzó en la Plaza de España de Roma, en 1986. Su nacimiento se asocia a una actividad contestataria frente a la americanización de Europa.
Cuando el periodista Carlo Petrini, se topó de improviso en aquél entorno con un establecimiento de comida rápida, una chispa prendió en su mente, se estaban traspasando los límites de lo aceptable, e intuyó el peligro que eso representaba para nuestros hábitos alimentarios mediterráneos. De esa chispa, surgió Slow Food.
Pero tras la comida, ese mismo concepto puede aplicarse al trabajo, a la vida en general; agitarse constantemente de un lugar a otro, no significa producir más, los españoles, por ejemplo, son los europeos que más horas pasan en la oficina, sin embargo su productividad es de las más bajas.
De ahí podemos deducir que estar por estar, no significa nada. Cada cosa necesita su tiempo y no podemos correr constantemente tras de lo urgente en detrimento de lo importante.
Hay que cambiar el objetivo vertiginoso en el que estamos inmersos, tomando conciencia del daño que nos hacemos a nosotros mismos, muchas enfermedades tienen su origen en el estrés que este ritmo desenfrenado produce.
El movimiento Slow, se conoce también como la "revolución del caracol", es decir, cambiar nuestra actitud respecto de la comida, el trabajo, el sexo, y la vida en definitiva, sin obsesionarnos con las prisas. Cada cosa, a su tiempo. En la actualidad tratamos incluso de meterle prisas a la Naturaleza para que produzca más rápidamente, naturalmente los resultados de esos cultivos intensivos, son peores y todo acaba teniendo el mismo sabor, perdiendo su textura y aromas naturales.
Se impone una reflexión sobre como estamos enfocando nuestras actitudes vitales, concebir el trabajo como un medio de vida, no un fin en sí mismo; hay que volver a revalorizar los afectos, la familia, los amigos, las actividades que nos gustan. Aprender a organizarnos para no estar todo el día corriendo de un lado a otro sin llegar a ninguna parte, como el conejo blanco de la Alicia de Carroll.
Cómo nos enfrentamos al trabajo no es un tema menor. En esta sociedad en la que nos movemos, parece que fuera necesario estar haciendo varias cosas al mismo tiempo, la consecuencia es que todas salen mal. Hay que saber invertir el tiempo y atinar con el ritmo adecuado a cada tema. Y no permitir que nos distraigan constantemente de lo que estamos haciendo.
Si emprendemos una tarea no podemos al mismo tiempo leer emails o contestar llamadas, todo eso nos hace perder concentración en lo que hacemos, tardamos más y el resultado es peor. Una mayor inversión de tiempo en el trabajo no nos garantizará más productividad, una buena concentración, si.
Por eso deberíamos reflexionar todos sobre la teoría de Angela Merkel de asociar la subida de los salarios a una mayor productividad, en vez de a la subida del IPC. Si la empresa obtiene mayores beneficios, nosotros ganaremos más. Pero para eso hay que desterrar la idea tan española de que el mejor trabajador es el que llega el primero y se va el último, no, este trabajador puede haberse llevado perdiendo el tiempo todo el día.
Con el movimiento Slow ganaremos en salud, calidad de vida y bienestar general, se trata de nuestro futuro.
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