sábado, 5 de febrero de 2011

EL MOVIMIENTO SLOW



EL MOVIMIENTO SLOW

Todo comenzó en la Plaza de España de Roma, en 1986. Su nacimiento se asocia a una actividad contestataria frente a la americanización de Europa.

Cuando el periodista Carlo Petrini, se topó de improviso en aquél entorno con un establecimiento de comida rápida, una chispa prendió en su mente, se estaban traspasando los límites de lo aceptable, e intuyó el peligro que eso representaba para nuestros hábitos alimentarios mediterráneos. De esa chispa, surgió Slow Food.

Pero tras la comida, ese mismo concepto puede aplicarse al trabajo, a la vida en general; agitarse constantemente de un lugar a otro, no significa producir más, los españoles, por ejemplo, son los europeos que más horas pasan en la oficina, sin embargo su productividad es de las más bajas.

De ahí podemos deducir que estar por estar, no significa nada. Cada cosa necesita su tiempo y no podemos correr constantemente tras de lo urgente en detrimento de lo importante.

Hay que cambiar el objetivo vertiginoso en el que estamos inmersos, tomando conciencia del daño que nos hacemos a nosotros mismos, muchas enfermedades tienen su origen en el estrés que este ritmo desenfrenado produce.

El movimiento Slow, se conoce también como la "revolución del caracol", es decir, cambiar nuestra actitud respecto de la comida, el trabajo, el sexo, y la vida en definitiva, sin obsesionarnos con las prisas. Cada cosa, a su tiempo. En la actualidad tratamos incluso de meterle prisas a la Naturaleza para que produzca más rápidamente, naturalmente los resultados de esos cultivos intensivos, son peores y todo acaba teniendo el mismo sabor, perdiendo su textura y aromas naturales.

Se impone una reflexión sobre como estamos enfocando nuestras actitudes vitales, concebir el trabajo como un medio de vida, no un fin en sí mismo; hay que volver a revalorizar los afectos, la familia, los amigos, las actividades que nos gustan. Aprender a organizarnos para no estar todo el día corriendo de un lado a otro sin llegar a ninguna parte, como el conejo blanco de la Alicia de Carroll.

Cómo nos enfrentamos al trabajo no es un tema menor. En esta sociedad en la que nos movemos, parece que fuera necesario estar haciendo varias cosas al mismo tiempo, la consecuencia es que todas salen mal. Hay que saber invertir el tiempo y atinar con el ritmo adecuado a cada tema. Y no permitir que nos distraigan constantemente de lo que estamos haciendo.

Si emprendemos una tarea no podemos al mismo tiempo leer emails o contestar llamadas, todo eso nos hace perder concentración en lo que hacemos, tardamos más y el resultado es peor. Una mayor inversión de tiempo en el trabajo no nos garantizará más productividad, una buena concentración, si.

Por eso deberíamos reflexionar todos sobre la teoría de Angela Merkel de asociar la subida de los salarios a una mayor productividad, en vez de a la subida del IPC. Si la empresa obtiene mayores beneficios, nosotros ganaremos más. Pero para eso hay que desterrar la idea tan española de que el mejor trabajador es el que llega el primero y se va el último, no, este trabajador puede haberse llevado perdiendo el tiempo todo el día.

Con el movimiento Slow ganaremos en salud, calidad de vida y bienestar general, se trata de nuestro futuro.

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