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miércoles, 29 de octubre de 2008

LOS CANALES DEL ODIO


Un grupo de científicos del Laboratorio de Neurobiolgía del University College de Londres ha descubierto donde radica el odio.
En sus investigaciones han llegado a una conclusión ya conocida desde la antigüedad, el amor y el odio radican ambos en la misma zona del cerebro y comparten estructuras.
Estudiaron las reacciones de una serie de individuos, hombres y mujeres, mientras veían unas fotografías de personas odiadas por ellos o personas anónimas que les resultaban indiferentes. Se les hizo una resonancia magnética para ver las áreas neuronales que se activaban con el sentimiento. Ahora han publicado los resultados en la revista "PLoS One".
Han comprobado que con esa emoción, la del odio, se pone en marcha de un lado la ínsula, que es la que cataliza las expresiones de disgusto y los estímulos desagradables, y de otro lado el putamen, que se encarga de planificar una respuesta activa, por ejemplo agredir o defenderse.
Estas dos zonas se activan también durante el periodo de enamoramiento porque en ese momento también se realizan actos irracionales y, en ocasiones, agresivos, para obtener lo que se desea.
Hay todo un circuito del odio que penetra en la corteza frontal, que es la que se encarga de predecir y anticipar las acciones de los otros.
La diferencia que observan los investigadores entre amor y odio es que en el amor se desactivan las zonas de la corteza cerebral relacionadas con el juicio y el razonamiento, es decir dejamos de ser objetivos con respecto del objeto amado, pero esto no se produce con el odio, que solamente es capaz de desactivar una pequeña zona localizada en la corteza frontal. Así, el odio no nos hace perder el juicio, sino que somos perfectamente conscientes de los pasos que damos y las acciones que emprendemos contra la persona odiada. Y cuanto mayor es el odio, más grande es la actividad cerebral en las zonas implicadas. Estos resultados no solamente sirven para entendernos mejor como seres humanos sino que puede tener implicaciones en el ámbito judicial ya que se demuestra que el que odia sabe muy bien lo que hace y no se obnubila su juicio en ningún momento.

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿CÓMO ESTÁN SUS NIVELES DE SEROTONINA?


En el aire empiezan a sentirse aromas de otoño, un viento desapacible arremolina ya hojas doradas entre nuestros pies, los días se hacen más cortos y, para acabar de arreglarlo, dentro de nada cambian la hora. Comienzan a disminuir las temperaturas y nuestras energías.
Si se levanta más cansado que se acostó, duerme mal, se siente malhumorado y deprimido, no se alarme, es que llega el otoño y el cuerpo necesita adaptarse a él.
Un grupo de científicos de la Universidad de Toronto, Canadá han demostrado que con la llegada del otoño y el menor número de horas de luz, los niveles de serotonina descienden y nuestro estado de ánimo decae en igual medida. Mientras mayor es el potencial de adhesión de la serotonina, menor cantidad circula por el cerebro, lo que supone una fuerte bajada en nuestro estado de ánimo. Así que según avance la nueva estación, avanzará nuestra fatiga y la sensación de hambre y sueño. Por si fuera poco, no sólo el otoño, sino la edad también hace disminuir estos niveles.
Pero si quiere un remedio fácil, admire las hermosas tonalidades que el otoño nos trae, esos tonos marrones y dorados, esa magia que parece envolvernos cuando caminamos por un bosque o un parque que repentinamente se han vuelto de oro, déjese guiar por la belleza de la naturaleza y el cambio de estación será menos difícil.

jueves, 10 de abril de 2008

EL MIEDO TIENE EDAD




El miedo es una emoción que podemos reconocer perfectamente a través de los cambios fisiológicos que produce, relacionados con el sistema nervioso autónomo y el endocrino.
El miedo comienza a aparecer sobre los dos años, alcanzando su máxima intensidad entre los cuatro y cinco años, el miedo a la oscuridad, por ejemplo, o a estar solos.
El miedo es una reacción de protección del organismo. Y también, una cuestión de edad.
El tipo de cosas que nos atemorizan cambian cuando nos hacemos adultos, según un estudio realizado por investigadores estadounidenses y suecos y publicado por la revista "Archives of General Psychiatry".
El estudio confirma que hay factores genéticos que hacen que una persona sea más propensa al miedo que otra.


Estudiaron el desarrollo de 2.490 gemelos, desde los 8 hasta los 20 años, solicitándoles periódicamente contestar una serie de preguntas sobre el miedo que les producían trece fenómenos potencialmente aterradores, como la oscuridad, los relámpagos, las arañas, las alturas o las visitas al dentista.
Curiosamente, durante la niñez existía una mayor probabilidad de que un gemelo idéntico sintiera temor si su hermano también lo sentía. Los gemelos no idénticos también compartían esta propensión pero en menor medida, de lo que se deduce que hay un componente genético en esa emoción.
Conforme crecían, sus miedos cambiaban y también comenzaban a diferenciarse.


Este estudio puede ser importante para comenzar a tratar miedos y fobias de manera muy diferente según la edad que se tiene. Pero aún queda mucho por investigar respecto de esta emoción que el ser humano ha sentido desde siempre y que también el resto de animales, conoce.

sábado, 29 de marzo de 2008

¿DÓNDE SE HALLA LA MEMORIA?






Localizar donde radica la memoria ha sido desde hace años una preocupación primordial en los laboratorios de todo el mundo. Ahora sabemos que existen neuronas y circuitos específicos en el cerebro al servicio de este proceso.
La memoria interesa porque podemos considerarla la función básica de toda actividad mental, sin ella no habría aprendizaje. Pero la verdad es que seguramente no existen fenómenos biológicos que no podamos calificar como mnémicos. Podemos hablar de una memoria genética, transmitida hereditariamente; de una memoria biológica, que condiciona las reacciones de las células. En realidad cualquier acto reflejo es un proceso de memoria. Pero, en realidad, lo que solemos entender todos por memoria es la capacidad de evocar hechos anteriores ya vividos y conocidos en un tiempo y un espacio determinados, o la capacidad de clasificar esos sucesos y vincularlos unos con otros para establecer una coherencia entre ellos.
Es en ese nivel donde la memoria se erige como identidad personal, ¿dónde empieza y dónde acaba la memoria? Cuando cogemos un objeto y lo nombramos, "esto es un papel, esto una pluma", es porque hemos aprendido y retenido la información del papel y la pluma como objeto con el papel y la pluma como significado y al mismo tiempo con una relación coherente entre ambos. Sin embargo, de los tres estadios sucesivos que conforman el proceso de la memoria, "memorización o fijación, organización y evocación de los recuerdos", tan sólo el último es considerado por algunos especialistas como constitutivo. Ello supone que ni el condicionamiento, ni el aprendizaje ni el hábito influirían en ella.
No obstante, y a pesar de que la mayoría de los investigadores acepta con facilidad que la memoria sea la expresión de una actividad de las células cerebrales, aún nos quedan dos interrogantes fundamentales. De un lado, ¿cómo una neurona puede guardar un recuerdo?. O dicho de otro modo, ¿cómo puede ser marcada por un aprendizaje? Y de otro lado, ¿existe en el cerebro una zona de memoria, análoga al área de visión o a la del lenguaje?
Nos resulta difícil suponer que cada célula cerebral, en concreto de la zona más evolucionada del cerebro, el córtex, pueda contener todas las informaciones almacenadas; y resulta difícil sobre todo en función de las investigaciones realizadas al respecto y de sus resultados. La primera investigación se realizó allá por los años 40, por el norteamericano Lashley. De una serie de ratas amaestradas para recorrer un laberinto, les extrajo a cada uno una parte diferente de la corteza cerebral y lo único que logró apreciar fue una menor claridad de lo aprendido, pero no olvido.
Experimentos posteriores fueron llegando a la misma conclusión: la memoria está repartida por todo el cerebro y se cree que está "construida" de tal modo que cada una de las partes contiene toda la información mnémica.
Ello nos lleva a suponer que los recuerdos quedan almacenados como las imágenes tridimensionales de un holograma y que, en caso necesario, unas unidades pueden sustituir a otras.
Admirablemente las aproximadamente diez mil millones de unidades de información que contiene nuestro cerebro superan con creces el potencial del más moderno ordenador, aunque la velocidad de elaboración de datos sea menor.
Por otra parte se ha descubierto que la estimulación eléctrica o quirúrgica de ciertas zonas desencadena la evocación de determinados recuerdos. Primero se comprobó con el área visual, el lóbulo occipital, al estimularlo se producen imágenes ya vividas, por lo que se dedujo que allí se asentaba la memoria visual.
Igualmente la estimulación de zonas encargadas de la audición provoca el resurgimiento de sonidos o música ya oídas. Y lo mismo para rememoraciones olfativas etc..
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, al realizar autopsias a personas afectadas de demencia senil (entonces no se sabía nada del Alzheimer) se descubrieron alteraciones aparentemente específicas de esta dolencia no en el cortex como en los casos anteriores sino en una región filogenéticamente más antigua del cerebro, situada detrás de la hipófisis: los cuerpos mamilares. Actualmente se cree que estos centros nerviosos juegan un papel importante en la memoria a corto plazo, o sea, recuerdos de persistencia escasa en el tiempo. Igualmente se han señalado otras lesiones que dan lugar a trastornos de memoria. En concreto las que conciernen a la parte interna del lóbulo temporal, la circunvolución del hipocampo. Se trata de una estructura cerebral en donde se cruzan las informaciones abstractas del sistema límbico, que no es otro que la cuna de las emociones y estados de ánimo y que hemos heredados de nuestros antepasados mamíferos, al que también pertenecen los cuerpos mamilares. Esto es una base con lógica para considerar la región límbica como sede de la memoria: al fin y al cabo su actividad se desarrolla cuando el individuo se enfrenta a un fenómeno inesperado. Todo lo que nos es desconocido, nos mueve al aprendizaje, de manera que el funcionamiento del sistema límbico nos prepara para pasar de lo ignorado a un estado conocido; en suma, para aprender. Por ejemplo, usted que lee esto que escribo, tal vez nunca había reparado en este tema de la memoria, pero quizás mañana, si sale una conversación al respecto, su mente le envíe recuerdos de lo leído y pueda conversar sobre el asunto, porque lo guardó en su memoria.
No obstante, se piensa que esta zona cerebral solamente tendría que ver con la memoria reciente, la primera fase, la adquisición de recuerdos. Así podemos explicarnos que los afectados de demencia senil no sean capaces de memorizar aquello que es nuevo y sí los recuerdos muy antiguos. El hipocampo actúa a modo de filtro en la acumulación a largo plazo de la memoria. Lo cual quizás explica por qué el único recuerdo que obtenemos sin necesidad de repetición es el denominado psicológico, es decir, el que se produce sobre la base de impresiones fuertes, sentimientos importantes o interés.
Pero, entonces, ¿no hay un lugar determinado para la memoria? Pues hoy en día la mayor parte de los neurofisiólogos están de acuerdo en que no existe, probablemente, un centro preciso y concreto, exclusivo de la memoria. Las memorias relativas de cada uno de los sentidos, o bien a ideas o razonamientos, hacen intervenir, sin duda, zonas diferentes de nuestro cerebro, sabemos que interviene el cortex, la capa cerebral más evolucionada, pero no conocemos una localización en la misma. Por otra parte sabemos que el cerebelo controla todos los movimientos automáticos o involuntarios, reflejos o aprendidos y es el principal coordinador del equilibrio.
También se ha descubierto que el número de sinapsis, es decir de contactos entre neuronas, clave de la transmisión nerviosa, es determinante para el proceso de la memoria. Pero quedan aún muchas cosas por descubrir en el funcionamiento de la memoria y a ello está dedicada buena parte de la ciencia en estos momentos porque con la ampliación de la esperanza de vida será necesario luchar contra enfermedades específicas que cursan con pérdida de la memoria.