sábado, 29 de marzo de 2008
¿DÓNDE SE HALLA LA MEMORIA?
Localizar donde radica la memoria ha sido desde hace años una preocupación primordial en los laboratorios de todo el mundo. Ahora sabemos que existen neuronas y circuitos específicos en el cerebro al servicio de este proceso.
La memoria interesa porque podemos considerarla la función básica de toda actividad mental, sin ella no habría aprendizaje. Pero la verdad es que seguramente no existen fenómenos biológicos que no podamos calificar como mnémicos. Podemos hablar de una memoria genética, transmitida hereditariamente; de una memoria biológica, que condiciona las reacciones de las células. En realidad cualquier acto reflejo es un proceso de memoria. Pero, en realidad, lo que solemos entender todos por memoria es la capacidad de evocar hechos anteriores ya vividos y conocidos en un tiempo y un espacio determinados, o la capacidad de clasificar esos sucesos y vincularlos unos con otros para establecer una coherencia entre ellos.
Es en ese nivel donde la memoria se erige como identidad personal, ¿dónde empieza y dónde acaba la memoria? Cuando cogemos un objeto y lo nombramos, "esto es un papel, esto una pluma", es porque hemos aprendido y retenido la información del papel y la pluma como objeto con el papel y la pluma como significado y al mismo tiempo con una relación coherente entre ambos. Sin embargo, de los tres estadios sucesivos que conforman el proceso de la memoria, "memorización o fijación, organización y evocación de los recuerdos", tan sólo el último es considerado por algunos especialistas como constitutivo. Ello supone que ni el condicionamiento, ni el aprendizaje ni el hábito influirían en ella.
No obstante, y a pesar de que la mayoría de los investigadores acepta con facilidad que la memoria sea la expresión de una actividad de las células cerebrales, aún nos quedan dos interrogantes fundamentales. De un lado, ¿cómo una neurona puede guardar un recuerdo?. O dicho de otro modo, ¿cómo puede ser marcada por un aprendizaje? Y de otro lado, ¿existe en el cerebro una zona de memoria, análoga al área de visión o a la del lenguaje?
Nos resulta difícil suponer que cada célula cerebral, en concreto de la zona más evolucionada del cerebro, el córtex, pueda contener todas las informaciones almacenadas; y resulta difícil sobre todo en función de las investigaciones realizadas al respecto y de sus resultados. La primera investigación se realizó allá por los años 40, por el norteamericano Lashley. De una serie de ratas amaestradas para recorrer un laberinto, les extrajo a cada uno una parte diferente de la corteza cerebral y lo único que logró apreciar fue una menor claridad de lo aprendido, pero no olvido.
Experimentos posteriores fueron llegando a la misma conclusión: la memoria está repartida por todo el cerebro y se cree que está "construida" de tal modo que cada una de las partes contiene toda la información mnémica.
Ello nos lleva a suponer que los recuerdos quedan almacenados como las imágenes tridimensionales de un holograma y que, en caso necesario, unas unidades pueden sustituir a otras.
Admirablemente las aproximadamente diez mil millones de unidades de información que contiene nuestro cerebro superan con creces el potencial del más moderno ordenador, aunque la velocidad de elaboración de datos sea menor.
Por otra parte se ha descubierto que la estimulación eléctrica o quirúrgica de ciertas zonas desencadena la evocación de determinados recuerdos. Primero se comprobó con el área visual, el lóbulo occipital, al estimularlo se producen imágenes ya vividas, por lo que se dedujo que allí se asentaba la memoria visual.
Igualmente la estimulación de zonas encargadas de la audición provoca el resurgimiento de sonidos o música ya oídas. Y lo mismo para rememoraciones olfativas etc..
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, al realizar autopsias a personas afectadas de demencia senil (entonces no se sabía nada del Alzheimer) se descubrieron alteraciones aparentemente específicas de esta dolencia no en el cortex como en los casos anteriores sino en una región filogenéticamente más antigua del cerebro, situada detrás de la hipófisis: los cuerpos mamilares. Actualmente se cree que estos centros nerviosos juegan un papel importante en la memoria a corto plazo, o sea, recuerdos de persistencia escasa en el tiempo. Igualmente se han señalado otras lesiones que dan lugar a trastornos de memoria. En concreto las que conciernen a la parte interna del lóbulo temporal, la circunvolución del hipocampo. Se trata de una estructura cerebral en donde se cruzan las informaciones abstractas del sistema límbico, que no es otro que la cuna de las emociones y estados de ánimo y que hemos heredados de nuestros antepasados mamíferos, al que también pertenecen los cuerpos mamilares. Esto es una base con lógica para considerar la región límbica como sede de la memoria: al fin y al cabo su actividad se desarrolla cuando el individuo se enfrenta a un fenómeno inesperado. Todo lo que nos es desconocido, nos mueve al aprendizaje, de manera que el funcionamiento del sistema límbico nos prepara para pasar de lo ignorado a un estado conocido; en suma, para aprender. Por ejemplo, usted que lee esto que escribo, tal vez nunca había reparado en este tema de la memoria, pero quizás mañana, si sale una conversación al respecto, su mente le envíe recuerdos de lo leído y pueda conversar sobre el asunto, porque lo guardó en su memoria.
No obstante, se piensa que esta zona cerebral solamente tendría que ver con la memoria reciente, la primera fase, la adquisición de recuerdos. Así podemos explicarnos que los afectados de demencia senil no sean capaces de memorizar aquello que es nuevo y sí los recuerdos muy antiguos. El hipocampo actúa a modo de filtro en la acumulación a largo plazo de la memoria. Lo cual quizás explica por qué el único recuerdo que obtenemos sin necesidad de repetición es el denominado psicológico, es decir, el que se produce sobre la base de impresiones fuertes, sentimientos importantes o interés.
Pero, entonces, ¿no hay un lugar determinado para la memoria? Pues hoy en día la mayor parte de los neurofisiólogos están de acuerdo en que no existe, probablemente, un centro preciso y concreto, exclusivo de la memoria. Las memorias relativas de cada uno de los sentidos, o bien a ideas o razonamientos, hacen intervenir, sin duda, zonas diferentes de nuestro cerebro, sabemos que interviene el cortex, la capa cerebral más evolucionada, pero no conocemos una localización en la misma. Por otra parte sabemos que el cerebelo controla todos los movimientos automáticos o involuntarios, reflejos o aprendidos y es el principal coordinador del equilibrio.
También se ha descubierto que el número de sinapsis, es decir de contactos entre neuronas, clave de la transmisión nerviosa, es determinante para el proceso de la memoria. Pero quedan aún muchas cosas por descubrir en el funcionamiento de la memoria y a ello está dedicada buena parte de la ciencia en estos momentos porque con la ampliación de la esperanza de vida será necesario luchar contra enfermedades específicas que cursan con pérdida de la memoria.
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