miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA SOMBRA TENEBROSA DE SANTIAGO CARRILLO

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LA SOMBRA TENEBROSA DE SANTIAGO CARRILLO

Mucha gente tiene la costumbre de deshacerse en alabanzas a los muertos como si temiese que su sombra les alcanzara de algún modo, y se oyen loas sin cuento aunque el fallecido haya sido toda su vida un sinvergüenza sin escrúpulos.

Eso parece haber ocurrido ayer al conocerse la noticia de la muerte de Santiago Carrillo a los 97 años, luctuoso hecho para su familia, seguramente, pero para nadie más, no nos engañemos.

Santiago Carrillo militó en el PSOE desde muy joven, donde entró por su padre, socialista fidedigno de toda la vida. Ya en 1934 el jovencito Santiago era ferviente admirador de Stalin y quería vivir a su imagen y semejanza, de hecho su amor al totalitarismo no le abandonaría en toda su vida.

Cuando en octubre de ese año 1934, el PSOE, apoyado en los nacionalistas catalanes, se levantó contra el  Gobierno legítimo de la República, Carrillo estuvo con los golpistas y por más que intentó escabullirse y esconderse, acabó en la cárcel, de la que salió con la victoria del Frente Popular y ya afiliado al PCE.

Carrillo nunca estuvo en el frente porque le causaba pavor luchar de igual a igual, lo suyo fueron los asesinatos en masa de Paracuellos del Jarama, que ordenó personalmente. Más de 2.500 personas fueron sacadas de las cárceles de San Antón y La  Modelo y asesinadas vilmente allí, sin juicio previo. Así era Santiago Carrillo.

Al finalizar la Guerra Civil, Carrillo soñaba con que Stalin abatiría a Franco como un dios a una mosca, pero esto no sucedió. Tanta era su ira que escribió una durísima carta a su padre, que se había levantado en armas contra Negrín, en el golpe de estado de Segismundo Casado, el 4 de marzo de 1939, contando con la facción moderada del PSOE, liderada por Julián Besteiro y la ayuda del general Miaja, aunque a esas alturas Negrín estaba ya en Elda, Alicante, preparándose para huir a Francia. En dicha carta, Carrillo renegaba de su condición de hijo, maldecía a su padre y afirmaba que si pudiera le mataría con sus propias manos. Así era Santiago Carrillo.

Carrillo consiguió que Stalin dejara en sus manos las riendas del PCE y a partir de ese momento el que no hacía su voluntad era asesinado sin  el menor escrúpulo; todo en espera de que Franco, por fin muriera en la cama y él pudiera volver a España.

Pero cuando pudo volver a España las derrotas electorales fueron tan sonadas que se vio obligado a dimitir de la Secretaría General del PCE y se convirtió en una sombra muchos años antes de morirse.

Ya no interesaba a nadie, pero era el mismo que había asesinado a miles de personas, no conviene olvidarlo. Seguía siendo el mismo lobo, disfrazado ahora de cordero.

Igual hay que recordar que Carrillo no fue encausado por sus crímenes de Paracuellos porque Baltasar Garzón presentó un escrito "demostrando" que habían prescrito. Con idénticos argumentos, el mismo Garzón presentó otro escrito para argumentar que los delitos franquistas "no habían prescrito". Así era como juez y por eso estamos todos mucho mejor teniéndolo fuera de la carrera judicial.

Así pues, Carrillo falleció ayer y todos aquellos que asesinó a lo largo de su vida, habrán por fin descansado en sus tumbas olvidadas. Que así sea.

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