miércoles, 5 de septiembre de 2012

RUTH Y JOSÉ VOLARON EN EL VIENTO

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RUTH Y JOSÉ VOLARON EN EL VIENTO

Eran jóvenes como espigas de trigo, tan sólo seis y dos años, como esas espigas doradas que el viento mece. ¿Saben que trigo significa quebrado? Y quebradas fueron sus tiernas vidas que no sabían de odios ni de celos, que estaban en tiempo de cantar y reír y confiar en su familia.

¿Qué te queda si no puedes confiar en tu propia familia? Solamente el vacío. Los niños no entienden de eso, ellos alargan sus manitas seguros de ser protegidos, consolados, queridos.

¿Cómo desconfiar de los que quieres? ¿Cómo saber que esa mano que te tiende un vaso de zumo o leche ha metido dentro una caja completa de orfidal machacado, por ejemplo?

Los niños tienen sed, han estado jugando y riendo y se beben el líquido sin rechistar, sin saber que alguien en quien confían, alguien que debería quererlos más que a nadie,  va a tender sus tiernos cuerpos sobre una piedra y, sacrificándolos en el altar de su propio ego, va a rociarlos con 150 litros de gasolina y los va a quemar vivos.


Esos niños tenían abuelos, tíos, primos, parientes todos de la mano paterna que los mata, pero nadie movió un sólo dedo para salvarlos de su calvario, para ellos no eran nietos ni sobrinos, eran "esos niños". No los sentían de su sangre, pero aún así, no se mata por acción u omisión a los que no son tus parientes, no en esta sociedad que creemos civilizada.


Ahora vemos en ocasiones a una tía de esos niños tratando de que su propia hija no sea gravada por las cámaras, ¿ha pensado por un momento esta mujer lo que está sintiendo desde aquel día de octubre la madre de Ruth y José?, ¿Ha mirado a su hija y pensado en esos niños que hubiera podido proteger y salvar y cuyas tristes cenizas barrió el viento? Ella, que gusta de sentirse segura, ¿por qué no dio seguridad a esos niños frágiles? ¿Por qué permitió ese horror?

Como en un drama clásico todos saben y todos callan. Creen que su lealtad se debe a su familia y "esos niños" no eran familia, esas criaturas angelicales eran extraños cuya presencia soportaban a duras penas. Al mirarlos no veían esos inmensos ojos inocentes, esas sonrisas conmovedoras, veían a "la otra", la extraña, la que no pertenecía a su clan.

Esa finca, ara del sacrificio de dos ángeles limpios y puros, debe ser expropiada y en el lugar donde se hizo esa hoguera que hizo volar en el viento las cenizas de esos dos ángeles, Córdoba tiene el deber solidario de erigir un monumento a esos dos niños, que quede siempre en la memoria que la ciudad es mucho más que esos bárbaros que han crecido en su seno.

Y que el mismo viento que se los llevó acaricie cada día sus figuras abrazadas para recuerdo y consuelo de todos. Porque todos hemos sido madres de esos niños durante casi un año y ahora somos también la pietà en la que se ha convertido su desgraciada madre, que como en los versos de Rilke, siente que su mirada se ha vuelto rígida como el interior de una piedra porque ahora toma conciencia de que ya no puede parirlos otra vez.

Sea la paz con ella y con todos menos con los que permitieron esta tragedia, a esos, que no hallen descanso, que los remordimientos conviertan su vida en un infierno hasta su último día en esta tierra.

1 comentario:

canela988 dijo...

Hola he leído y comparto toda tu entrada, y no me queda más que felicitarte por tan emotivo escrito, lleno de ternura y sensibilidad, hacia unos hechos deplorables en sí mismos, pero viniendo de un padre, no tiene nombre.
Recibe un cordial saludo