lunes, 1 de enero de 2007

UN NUEVO AÑO

Estrenamos el 2007 y, donde me encuentro, hace sol y un airecillo ligero mueve las palmeras, hay niños jugando, estrenando juguetes también y disfrutando aún de la inocencia. Durante años, aquí en España, hubo una tendencia a relacionar la inocencia con el desconocimiento del sexo, como si el hecho de que a la hora del desayuno te sirvan desde la pantalla del televisor un asesinato con todo su despliegue de sangre, un hombre a punto de ser ahorcado, con la soga ya puesta al cuello o los destrozos de una bomba, no nos hiciera perder para siempre a todos cualquier sombra de inocencia, incluso de apetito, de manera que el zumo de naranja sepa amargo y la tostada se nos vuelva piedra. Y nuestra mente se vea obligada a procesar todo eso como si fuese solamente una película y no seres reales, porque de creer que es real, nadie con un mínimo de sensibilidad puede seguir desayunando frente a la muerte en directo. No podemos criticar la insensibilidad actual cuando no estamos dejando otra opción para sobrevivir que embotar nuestros sentidos, adormecerlos frente al dolor ajeno con el fin de poder seguir la vida de siempre, trabajar, reunirnos con los amigos, con la familia, celebrar festividades ignorando el cúmulo de horrores que desde la pantalla se nos ofrece cada día. Eso no significa que debamos estar desinformados, que fuera mejor ignorar pero desde luego el horario de la información, parece expresamente elegido para combatir la obesidad, para que apartemos el plato y no podamos seguir comiendo.

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