domingo, 20 de mayo de 2007

CONCILIO DE NICEA

Un 20 de mayo del año 325, Constantino el Grande inauguró el Concilio de Nicea. La intención de dicho Concilio, convocado por un emperador que no era cristiano en ese momento, era sobre todo unificar creencias sobre la Naturaleza de Cristo, problema teológico que tenía a la gente muy dividida.
Existían tres corrientes fundamentales e irreconciliables, el Arrianismo, comandado por Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia, que mantenían que el Hijo era el primogénito de Dios y por serlo, no podía ser coetáneo con el Padre. El obispo Alejandro de Alejandría y su diácono Atanasio, sostenían todo lo contrario, que ontológicamente el Hijo era igual al Padre y ambos eran Dios. Y aún quedaban otros, los Semiarrianistas de Eusebio de Cesárea, que opinaban que el Hijo no tenía inicio temporal pero que el Padre le precedía y que el Hijo era de una Substancia similar pero no igual al Padre.
Asistieron al Concilio más de trescientos obispos, presididos por Osio de Córdoba en nombre de Constantino. Descartaron de entrada el Arrianismo como herejía pero los Semiarrianistas no cedían terreno, el Emperador, que no entendía lo más mínimo de tales discursos teológicos pero era pragmático, dió por sentado que el Hijo era Consustancial con el Padre, engendrado, no hecho, y todos contentos.
Además se calculó en ese Concilio la fecha de la Pascua, que daría lugar mucho más tarde, en 1582, a la Reforma Gregoriana del calendario.
En aquellas fechas, aún no existía la idea del Espíritu Santo (menos mal, si no hubiera sido más difícil aún el acuerdo) ni de que el Espíritu fuera Dios. No existía la teoría de la Trinidad.
El 27 de octubre de 1553, el teólogo, filósofo y médico Miguel Servet, fué quemado vivo en la hoguera por haber escrito un libro que exponía la total imposibilidad de la Trinidad y comentaba que judíos y árabes se tomaban a risa la invención de dicho concepto.

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