domingo, 22 de febrero de 2009

¿CUANDO SE DEJA ATRÁS LA INFANCIA?

http://aler.org/cumbre-elsalvador-2008/wp-content/uploads/2008/10/adolescencia_huerfana.jpg

¿Cuando deja un niño atrás la infancia? Conocemos bien los cambios que la pubertad genera en el niño a partir de los doce o trece años pero no podemos prever cuando madura en realidad la psiquis que depende de tantos factores familiares, sociales, que hacen de esta maduración un hecho completamente individual.

Muchos chicos y chicas inician el bachillerato siendo niños aún, aunque su cuerpo halla crecido, se creen mayores pero se sienten inseguros, creen que ya no son niños pero aún juegan las amigas a meterse juntas en un probador con un montón de prendas y llevarse media hora haciéndose fotos con el móvil fingiendo ser modelos. Así jugaba en ocasiones Alejandra con las chicas de su pandilla hace tan sólo unos días.

Las transformaciones endocrinas y morfológicas que sufren en ese tiempo les vuelve extraños incluso para sí mismos, sienten la necesidad de marcar distancias con la familia y fundirse con sus iguales, de ahí la importancia que dan al grupo, a la pandilla. Intuyen que, de algún modo, tienen que renunciar a la seguridad, a su universo infantil y adentrarse en la vida, pero no saben como hacerlo.

Y comienza la soledad de su habitación, donde exige privacidad, los secretos compartidos con los amigos, una complicidad que mantiene fuera del círculo cómplice a los padres, que de improviso parecen extraños que no le comprenden y dejan de ser el referente. Comienzan los amoríos, breves pero intensos, quisieran morir si él/ella no los miran.

Se cuestionan la autoridad de los padres y la de los profesores, les preocupa su físico y tratan de gustar a los otros, gastan mucha energía en esta lucha desconocida y necesitan dormir más y comer mejor, pero en ocasiones dejan de comer en su obsesión por adelgazar.

Las relaciones con la pandilla se vuelven muy íntimas, a ellos se les cuenta lo que jamás se confesaría a la familia y de ellos se aceptan consejos que de los familiares nunca se aceptarían. Sus cambios interiores les llevan a desear correr riesgos y emprenden actividades excitantes y peligrosas que los adultos no comprenden.

Los padres sienten que están viviendo de improviso con alguien desconocido, desgraciadamente ignoran hasta qué punto esto es cierto.
Así ocurrió en el caso de estos chicos, la pandilla de Alfredo, Rocío, Christian, Javi, Marta, Alejandra, Samu, Gonzalo y Migue.

Estaban muy unidos y pensaban que siempre lo estarían; habían crecido juntos la mayoría de ellos, salvo Migue y Javi que se les unieron más tarde. Ocurriese lo que ocurriese nunca podrían olvidar el afecto que se tenían, pensaban, la complicidad de tantos momentos vividos juntos. Compartían muchos mensajes por el móvil y por internet, tenían espacios secretos a la vista del mundo, pero lejos de la mirada de sus padres, allí colgaban sus fotos, sus comentarios, sus aventuras.

Migue y Marta tontearon durante un mes escaso y luego, aparentemente, lo dejaron. Él salía con otras chicas pero siempre le repetía que ella no podía salir con ningún chico, que era de él. A pesar de no salir juntos, seguían viéndose y muchas veces la recogía en su moto a la salida de clase. Eran amigos, dicen.

Pero el día veinticuatro de enero surgió una grieta en la pandilla. Marta desapareció. Toda la ciudad se volcó en buscarla, pero Marta no apareció.
A pesar del golpe sufrido, la pandilla seguía unida, colgaron mensajes pidiendo la vuelta de Marta. El 29 de enero la pandilla completa asistió a una misa con los padres de la chica, pidiendo a Dios el regreso de Marta. Samu acompañaba constantemente a los doloridos padres, se hacía imprescindible en la búsqueda, pegaba carteles, ponía mensajes en la red.

Tres semanas después de la desaparición de Marta toda la pandilla ha madurado de repente, la vida no es rosa, ni bonita, ni buena, ni romántica. Migue ha confesado a la policía que ha matado a Marta y, al parecer, fue ayudado a deshacerse del cuerpo por sus amigos Javi y Samu, y su hermano, presuntamente, colaboró en la limpieza de la sangre, borrar las huellas y en montar las respectivas coartadas.

Ahora esos adolescentes acaban de aterrizar en el mundo real, el grupo no era tal, Samu y Javi les habían mentido cada día de estas tres semanas, se habían comportado más como "amigos" de Migue que de Marta, y habían sido capaces, según dice el sumario del juez, de arrojar el cuerpo de Marta al río sin tener siquiera la seguridad de que estuviera muerta.

Alejandra, Rocío, Gonzalo, Alfredo, Christian han sentido que una parte de ellos moría también con Marta, porque de improviso se les ha derrumbado el mundo sobre sus cabezas, ¿si los amigos matan, mienten, engañan, a qué podrán asirse ahora? Ellos que pensaban que su amistad duraría para siempre ¿a quién podrán creer? Oyen en las manifestaciones de la ciudad los gritos de "todos somos Marta", pero solamente ellos saben hasta que punto esa frase es verdadera porque toda su infancia y adolescencia la ha arrastrado el río una noche de enero y entre el légamo yace para siempre, el agua no llevaba solamente un cuerpo aquella noche, llevaba en realidad las almas de todos ellos y lo que Samu, Javi y Migue arrojaron por el puente no era, de ningún modo, exclusivamente el cuerpo de Marta, eran también las horas que todos ellos pasaron juntos desde niños, las ilusiones, las risas, los enfados, las bromas, todo lo vivido juntos iba también envuelto, ya para siempre, en esa manta-sudario y corría camino del mar sin que ellos aún lo sospecharan.

No hay comentarios: