jueves, 12 de julio de 2007

LA PRINCESA DE EBOLI

Asociamos su nombre al famoso parche en un ojo, pero Ana de Mendoza fué mucho más que eso, tuvo un papel protagonista durante el reinado de Felipe II. Sus relaciones amorosas con el soberano y las que mantuvo después con Antonio Pérez, hombre de confianza del Rey, le proporcionaron un gran poder.
Gregorio Marañón dijo de ella que era una verdadera "mujer fatal". Fué mujer de gran carisma, atractiva, avasalladora, captadora de voluntades y rompedora de corazones, influyente y muy poderosa.
Por parte de padre, estaba emparentada con los duques de Medinaceli, emparentados a su vez con varios reyes medievales y con los Mendoza, descendientes a su vez de un famoso cardenal que engendró y reconoció a varios hijos naturales, en época de los Reyes Católicos. Por parte de madre, estaba emparentada con los Silva, nobles castellanos de antigua raigambre portuguesa.
Ana era hija única y poseía varios títulos nobiliarios. Tenía una importante fortuna personal en tierras, ropas, joyas, palacios y mobiliario. De figura menuda pero hermosa y con mucho atractivo personal, se enfadaba con harta facilidad y sus cóleras eran conocidas. Pero también sabía hacerse querer y tenía muchos partidarios.
De joven dicen que se hizo daño en un ojo practicando esgrima. Se conservan retratos suyos en el Palacio de los Duques del Infantado y en el convento de Pastrana (Guadalajara).
Nacida en Cifuentes (Guadalajara), contrajo matrimonio con Ruy Gómez de Silva, secretario de Felipe II y 24 años mayor que ella, en 1552. En 1559 recibió el título de Princesa de Eboli. En 1573, tras la muerte de su esposo, ingresa en el convento carmelita de Pastrana. Este convento, junto a uno de frailes, había sido costeado por ella y su marido y fundado por Santa Teresa en 1569. Cuando ingresó en el convento, se quedó con unas dependencias que daban a la calle por donde salía cuando lo deseaba o recibía a sus amistades. Como por ser la dueña no podían echarla, las monjas se fueron una madrugada del mes de mayo y se instalaron en Segovia.
Años después se vió envuelta en el asesinato de Juan de Escobedo, que por orden expresa de Antonio Pérez, de acuerdo con Felipe II, fué asesinado por unos espadachines en una calle de Madrid. La gente del pueblo, que no sabía nada de los intereses del Rey, comenzó a murmurar que había sido asesinado por haber sorprendido los retozos de Ana con Antonio Pérez y amenazar con decirlo al Rey. Como al Rey le convenía esta versión que alejaba de él la responsabilidad del asesinato, actuó como si fuera verdad ya que la princesa podía en cualquier momento tirar de la manta y decir la verdad, puesto que ella misma había ayudado a salir de Madrid a uno de los espadachines. Antonio Pérez podía hacer lo mismo, presentando documentos manuscritos del Rey que había guardado por si se presentaba la ocasión de tener que defenderse. Por ello, después de muchas dudas de conciencia y consultas con su confesor, el 28 de julio de 1579 el Rey encarceló a ambos. A la Princesa en la torre de Pinto y a Antonio Pérez en la casa del alcalde de Madrid.
La Princesa pasó año y medio en Pinto, otro año en el Castillo de Santorcaz y el resto de su vida, encerrada en su propia mansión de Pastrana, vigilada estrechamente y sin poder salir a la calle. Murió de un paro cardíaco a los 51 años.

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