A POR EL OJO DERECHO DEL ADVERSARIO
Tiene mucha razón el Papa cuando en su discurso de llegada a España habla de que la crisis mundial es de Ética más que económica, ejemplos tenemos de sobra.
Ayer vimos en directo como un entrenador de un equipo de fútbol, que va por el mundo sin bozal ni cadena pero es más peligroso que un rotwailer, se fue con la mayor frialdad hacia una persona, entrenador ayudante del equipo contrario, y trató de sacarle el ojo derecho, sin que hubiera mediado la menor provocación. No se pueden tener peores instintos y más mal perder.
Y eso después de asistir a un partido en que uno de los futbolistas, entrenado por él, pisoteara a un jugador contrario caído en el suelo, otro pateara al contrario, otro más le diera con la bota en la cabeza a un jugador del otro equipo, y todo esto tratándose de un juego, porque hablamos de "jugar al fútbol", no hablamos de una batalla o de terrorismo.
Son personas que no saben perder, que no han aprendido a encauzar la frustración y se comportan como animales en la selva, vamos sin el menor "savoir faire"; hasta el punto de no asistir a la entrega de la copa, señalándo así su incapacidad de aceptar el triunfo ajeno. Y ese es el mayor éxito de personas como Guardiola o Del Bosque, que son humildes, saben comportarse y respetan a los adversarios, no tratan de sacarles los ojos cuando pierden. Cuando uno pierde en un juego o en una competición, el problema no lo tienen nuestros adversarios, lo tenemos nosotros que no hemos sido capaces de hacerlo mejor.
Y es hora de que desde la Federación Nacional de Fútbol se ponga coto a tales desmanes que empozoñan la convivencia y un día van a dar lugar a una desgracia y después vendran las lamentaciones. Es este tipo de comportamiento el que genera violencia entre los aficionados. Este entrenador, émulo de Aster de Anfípolis atravesando el ojo derecho de Filipo de Macedonia, debe ser sancionado de modo ejemplar, para que sirva de escarmiento a otros igual de brutos, porque repito, un juego no puede ser una batalla campal y mucho menos por parte de los entrenadores, que son los que deben dar ejemplo a sus jugadores.
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