jueves, 3 de mayo de 2012

LA MUERTE LLEGÓ A ALMERÍA




LA MUERTE LLEGÓ A ALMERÍA


Ha llegado mayo, y con este mes de flores y de luz llega también la fecha de aniversario y memoria de un hecho terrible que nunca debemos olvidar para que no pueda volver a repetirse. 


En la madrugada del 10 de mayo de 1981 aparecieron en un barranco de la carretera de Gergal, Almería, kilómetro 8, los cuerpos calcinados de tres chicos jóvenes, Luis Montero García, de 33 años,  Luis Cobo Mier, de 29 años y Juan Mañas Morales, de 24 años, torturados y asesinados vilmente por unos guardias civiles dirigidos por el jefe de la Comandancia.


Los jóvenes habían viajado desde Santander para asistir a la primera comunión de un hermano de Juan Mañas, Francisco Javier.


Tres meses antes, el 23 de febrero, Tejero había entrado a tiros en el Congreso. El día siete de mayo el teniente general Joaquín de Valenzuela, jefe del Cuarto Militar de la Casa del Rey, resultó herido de gravedad en un atentado que sufrió en Madrid a las diez de la mañana y que costó la vida de su ayudante y del chófer, ya que el artefacto explosivo fue puesto sobre el techo del vehículo en el que viajaban, desde una motocicleta negra en la que iban dos individuos, cuando ambos vehículos pararon en un semáforo en el cruce entre las calles Conde de Peñalver, Goya y Alcalá.


El atentado se atribuye de inmediato a ETA, y a tres etarras en concreto, José María Bereciartúa Echarri, alias Chema, José León Mazusta Astibia, alias Fresku y José Andrés Izaguirre Gogorza, alias Gogor. Y comienza la búsqueda. La policía atribuía la jefatura del Comando Madrid a Gogor. sin embargo, más tarde en los telex de identificación de los viajeros que iban desde Santander al sur, no figuraba Gogor, sino Goyenechea Fradua, entonces exiliado en Francia, y del que no se contaba con fotografías.


Los jóvenes, ignorantes de su terrible destino, viajaban en un 127 que se averió a mitad del camino, a 170 kilómetros de Madrid. Así que dejaron el coche en El Provencio, en el límite de la provincia de Cuenca con las de Ciudad Real y Albacete y se vieron obligados a tomar un taxi hasta Manzanares, que era el sitio más cercano para alquilar un coche.


Llegados a Manzanares alquilaron un Ford Fiesta para seguir camino hacía Andalucía. Pero en Alcázar de San Juan un joven que les había visto preguntar por el precio de ir en taxi hasta Manzanares pensó que "se parecían" a las fotos de los terroristas que publicaban todos los periódicos  y puso una denuncia en el Cuartel de la Guardia Civil.


La suerte estaba echada sin que los viajeros lo supieran. Llegaron a Almería, dejaron sus ropas, Juan  le dio a su hermano cinco mil pesetas como regalo de comunión, y salieron a hacer un poco de turismo para que los amigos de Juan, que eran del norte, conocieran un poco Almería.


A esas horas ya la Guardia Civil estaba investigando los datos de la denuncia, ya sabía que habían alquilado un Ford Fiesta y se habían puesto en contacto con la familia de Luis Cobo.


Los jóvenes fueron a Roquetas a hacer algunas compras de recuerdos turísticos para sus familiares del norte. A esas horas, el teniente coronel Castillo Quero llegaba a su despacho de la Comandancia y se enteraba de los datos. Inmediatamente mandó salir en su busca como delincuentes muy peligrosos.


Les dan el alto en una tienda, mientras Luis Cobo compraba un collar y una pulsera. Los detienen y los llevan esposados al cuartel.


A partir de ese momento todo son conjeturas, porque no se les vuelve a ver vivos y un férreo silencio envuelve el caso. Probablemente fueron interrogados y maltratados en Casas Fuertes, un cuartel en desuso y abandonado, a catorce kilómetros de la Comandancia. La razón de llevarlos allí es que en la Comandancia vivían familias de guardia civiles, para que no oyeran los alaridos de los maltratados era mejor llevarlos lejos. Alguno de ellos, si no los tres, pudieron incluso fallecer por los malos tratos.









A esas alturas, Castillo Quero ya sabía que había cometido un error y no iban a recibir las medallas que esperaban. Los detenidos no eran etarras sino jóvenes inocentes. Pero como un cobarde trató de ocultar los hechos.


Para salvar su pellejo, Castillo Quero organiza una marcha para "llevar a los detenidos a Madrid". Pero como todo era una vil mentira no los mete en una furgoneta de conducción sino en el mismo Ford Fiesta que ellos llevaban, y los sientan detrás esposados (el coche no tenía más que dos puertas delanteras), delante van dos guardias civiles, además van tres coches más con un total de once guardias civiles armados de metralletas y pistolas.


Llegados al barranco, los guardia civiles que van en el Ford Fiesta se arrojan del vehículo. Entre todos arrojan el coche por el barranco y disparan sus armas hasta que el depósito se incendia, casi cincuenta impactos en total. Los jóvenes esposados y tal vez todavía vivos arden por completo. Cuando sean encontrados se verá que faltan piernas y brazos. La idea era hacer creer que los jóvenes, esposados y en la parte de atrás del Ford Fiesta sin puertas traseras, habían tratado de huir y se habían visto obligados a dispararles.










Unos pescadores deportivos pasan por la carretera y ven el incendio, paran para ayudar y ofrecen un extintor de incendios, pero los guardias civiles les obligan a circular y les dicen que los heridos han sido ya evacuados. Los terribles crímenes se han consumado.




A uno de ellos se le enterró en Pechina, otro en Santander y otro en Muñiedo, Cantabria; tres vidas segadas en plena juventud sin motivo alguno más que la violencia de unos guardias civiles a los que pagamos para que nos defiendan. Y esto en la España democrática.




Pero entonces comenzó el calvario de las familias, que además de haber perdido a sus hijos vieron como se les trataba de acusar de terroristas y delincuentes, porque Castillo Quero no quería dar su brazo a torcer.


Meses después hubo un juicio, el letrado Darío Fernández representó a las tres familias jugándose el tipo, porque la Guardia Civil se dedicó a sacar noticias falsas sobre los jóvenes tratando de intoxicar a la opinión pública y el Presidente del Tribunal puso todas las trabas posibles. Los acusados negaron hasta que pudieran identificar cuando un DNI era falso y cuando no y que pudieran comunicarse por telex. Gracias a los periodistas, incluso de la prensa internacional, el caso no cayó en el olvido.


El juicio duró 32 jornadas hábiles, 135 horas de vista.


El teniente coronel Castillo Quero fue condenado a 24 años, de los que cumplió menos de la mitad y con toda clase de prebendas. Manuel Gómez Torres, fue condenado a 15 años, de los que cumplió mucho menos de la mitad y Manuel Fernández Llamas fue condenado a 12 años, de los que cumplió muy pocos.


Como hemos dicho, en aquella maldita caravana iban once guardias civiles, todos los demás aparte de los tres anteriores se fueron de rositas, a pesar de que todos actuaron con premeditación, nocturnidad, alevosía y ensañamiento. Fueron tres terribles asesinatos que la Audiencia Provincial calificó de homicidios. El guardia Pavón, el sargento Cañadas, el sargento González Hueso, que dispararon con ametralladoras, el sargento Cabrera, Visiedo, Gómez Torres,  Martínez Castro, Ojeda Guerrero, todos dispararon pero ninguno fue enjuiciado.


El teniente coronel Castillo Quero llegó a afirmar que no había visto en ningún momento a los tres detenidos, a lo que el abogado de la acusación contestó "según ese sistema, desde la primera autoridad de este país hasta el más humilde de los ciudadanos puede correr el mismo riesgo que estas tres personas".


Las tres familias quedaron destrozadas, las madres pueden ustedes imaginarse lo que sintieron, si ya es terrible para cualquier madre perder un hijo, piensen lo que puede ser perderlo de esta cruel manera.


Hay dos libros excelentes de Antonio Ramos Espejo, periodista que siguió el juicio, "El Caso Almería" y  "El Caso Almería, abierto para la Historia", que les recomiendo lean porque aportan mucha información y testimonios escalofriantes para saber más sobre este sobrecogedor caso. De esta tragedia incluso se hizo una película "El Caso Almería" y se escribieron coplas como la que cantó Carlos Cano. 


Pero sobre todo queda la memoria de los que no queremos olvidar, por eso, si alguna vez pasan por el kilómetro ocho de la carretera de Gergal eleven un pensamiento y una oración por estas tres víctimas inocentes muertas en la flor de la vida y en la madrugada del próximo 10 de mayo enciendan una vela en su memoria.

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