sábado, 31 de diciembre de 2011

SÍNDROME DE LA SILLA VACÍA






 SÍNDROME DE LA SILLA VACÍA


En estos días de fiestas navideñas muchas familias sufren y desearían borrar del almanaque la Navidad porque ellas están de duelo y la alegría colectiva, las luces, los anuncios, todo les recuerda lo que han perdido.


El duelo es el dolor que vivimos ante una pérdida, generalmente la muerte de un ser querido que es lo más terrible, pero también por una ruptura sentimental, un divorcio o incluso un despido laboral. Es difícil encarar el sufrimiento cuando todos a nuestro alrededor se muestran felices. Se necesita tiempo para superar la pérdida.


En Navidad, además, nuestra memoria se llena de recuerdos de momentos felices, los aromas, las reuniones familiares y nuestros sentimientos se agudizan ante esa silla que queda vacía en el hogar, el puesto en la mesa que él o ella ocupaban. Y sentimos un vacío interior que nos parece insoportable.


Cualquier duelo es una reacción natural de adaptación a las nuevas circunstancias, a esa ausencia que sabemos definitiva, y es necesario un desapego paulatino, una despedida de quien nos ha dejado.


La intensidad del duelo no depende tanto de la naturaleza del objeto perdido como del valor que nosotros le atribuimos, y se siente más en estas fechas porque hay una disonancia, un fuerte contraste entre lo que sentimos por dentro y los estímulos, las luces, los anuncios comerciales ("vuelve, a casa vuelve"), que recibimos de fuera.


Cada persona necesita un tiempo diferente para finalizar el duelo, que puede llegar hasta los dos años.


Primero nos sentimos confusos, descolocados por la pérdida, y más aún si ha sido inesperada. Después viene una etapa de negación, no podemos conformarnos con esa pérdida, "¿por qué nos ha sucedido a nosotros?". Después viene la etapa de la ira y la frustración, el sentimiento de que quizás no hicimos lo suficiente. Mas tarde llega la depresión, comenzamos a sentir que es verdad, que nunca va a volver. Y, si las cosas siguen un curso normal, poco a poco llega la aceptación de la realidad y, aunque nos  parezca imposible cuando la pérdida es muy reciente, acabamos transformando ese dolor y superándolo.


Si el duelo dura demasiado estaríamos ante un duelo patológico que sería necesario tratar profesionalmente.


Pero tenemos que agarrarnos a la vida y para ello es necesario recurrir a la familia, los apoyos sociales, que sigamos viviendo y seamos felices es lo que quien se ha ido desearía para nosotros, que viviéramos cuanto no pudo vivir.


La muerte es un proceso natural que alcanza a todos los seres vivos y que deberíamos vivir sin dramatismo porque es un hecho que sabemos que tarde o temprano ha de producirse, incluida la nuestra.


En estos días hay que plantearse formas de recuerdo que nos alivien del dolor que sentimos, que permitan que el ausente participe en nuestra memoria. No hay que sentir remordimientos de seguir vivos. Y aunque ya no volveremos a ser los mismos tras la pérdida deberemos culminar el proceso de despedida del que ha desaparecido, reconstruirnos por dentro y guardar para siempre nuestros recuerdos en la memoria, porque ellos nos servirán de consuelo.


Hay familias que realizan un ritual simbólico para recordar al ausente, le dedican un espacio en la casa donde ponen su foto, unas velas, flores y así sienten que el ausente también participa de los días de fiesta, o incluso le dedican unas palabras o un brindis durante la comida familiar. Esto se viene haciendo desde la más remota antigüedad y puede servir de consuelo y ayudar a que la familia pueda reunirse a la mesa compartiendo el dolor común con serenidad. Aunque algunos digan que odian la Navidad por haber perdido un ser querido, las reuniones en familia, recordar a los que se fueron, puede ayudarnos a superar el dolor, repasar juntos anécdotas vividas con el ausente, las comidas que más le gustaban, todo eso en cierto modo nos arropa y nos hace sentirnos acompañados por los que ya no están.


Y no olviden que los que se han ido estarán siempre con nosotros porque están en nuestro corazón.

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