LA SENTENCIA CONDENATORIA
Un juzgado de San Sebastián ha condenado a una mujer y a su actual compañero sentimental a indemnizar con 117.000 euros al ex marido de ella por el daño moral ocasionado al enterarse, después de 17 años, que las dos hijas concebidas supuestamente en un proceso de fecundación artificial, eran en realidad fruto de la relación extramarital que mantenían su esposa y un amante, que además era conocido y asesor en materias legales, y de la que nunca sospechó.
La cosa es que el afectado y su novia se casaron en 1975 pero no lograban tener hijos, así que en 1984 se sometieron a unas pruebas de fertilidad en el hospital de Cruces. Dichas pruebas constataron que él era estéril debido a una enfermedad que padeció en la infancia.
Ante este diagnóstico, el matrimonio, de común acuerdo, decidió someterse a diferentes terapias que no dieron resultado positivo.
Entonces pensaron en la fecundación artificial. La mujer indicó al marido que como ella trabajaba en una clínica, le iba a pedir a los médicos que la inseminaran "por amistad" y sin coste alguno cuando tuvieran tiempo y qué él no tenía ni que ir.
La mujer ahora condenada en vez de hacerse fecundación artificial alguna se dirigió a quien hoy es su pareja y le pidió abiertamente tener un hijo con él. A espaldas del marido, que pensaba que su esposa realizaba la inseminación de manera artificial en la clínica, ella se quedó embarazada de manera muy real y en agosto de 1989 nació su primera hija.
El matrimonio informó a la familia de que la niña había nacido por reproducción asistida. Y todos se lo creyeron.
Varios años después la esposa repitió el engaño y volvió a tener otra hija con su actual pareja, volviendo a fingir que era por inseminación artificial ante el marido.
Cuando en abril de 2006 el matrimonio decide separarse de mutuo acuerdo, el marido sigue pensando que las niñas eran fruto de la inseminación artificial.
Pero poco después de la separación, en una entrevista en que le pedía consejo sobre la compra de un piso a quien desde hacía muchos años le había asesorado en estas cuestiones legales, al preguntarle si veía alguna vez a su ex esposa, se enteró que quien le asesoraba vivía con su mujer, que estaban relacionados desde hacía años y que las niñas, no solamente no eran sus hijas sino que lo eran del asesor legal, además estas sabían desde hacía años todo el embrollo, habían realizado viajes a EEUU y París con su madre y el amante mientras el matrimonio aún vivía unido, incluso el amante había llevado a las niñas al colegio cada día durante toda su vida escolar y ellas deseaban cambiarse los apellidos por el de su padre biológico.
El inocente hombre no solamente se quedó de una pieza sino que sufrió un choc, un trastorno de estrés postraumático que lo llevó de cabeza al psicólogo y del que no ha logrado reponerse, síndrome de alienación parental, y aún hoy en día padece una depresión y no logra comprender cómo ha podido sucederle esto.
Por ello el juez condena a los demandados a esta indemnización. Y al afectado habría que recomendarle ser menos inocente porque en tantos años es bastante raro que no se diera cuenta de nada, ha resultado ser más inocente que las propias niñas.
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