jueves, 7 de abril de 2011

VEN A SEVILLA EN ABRIL



VEN A SEVILLA EN ABRIL

Cada ciudad tiene un momento ideal para ser visitada. Por ejemplo, Florencia debe ser visitada en otoño, esos tonos dorados, ese olor de madera quemada con regusto de pino y notas cítricas que sale de las chimeneas, el aroma de las castañas asadas, las casas doradas por un sol leve. Palencia es maravillosa en invierno, blanca y radiante de nieve. Otras ciudades deben visitarse en verano, adormecidas junto al mar y viendo pasar los atardeceres.

Pero a Sevilla hay que visitarla en primavera y, de preferencia, en abril, cuando las calles han eclosionado de azahares y cada plaza parece una feria por la abundancia de personas. Abril trae además una luz diferente, un cielo más azul y una especie de renacimiento, un sentido ancestral de que todo vuelve a la vida de nuevo, de que ninguna pérdida es eterna y que todo renace, como los azahares y las rosas.

Además, en Sevilla, se puede visitar la Catedral gótica más grande del mundo, la de Santa María de la Sede, que es Patrimonio de la Humanidad. Y la Giralda, esa torre campanario tan cantada por los poetas. Y el patio de los naranjos, donde el aire parece el de una fábrica de perfumes.

Y el Alcázar, con sus magníficas yeserías, con esa superposición de estilos islámico, mudejar y gótico. También posee el Alcázar unos jardines de ensueño por donde corren el agua y los aromas que embalsaman el ánimo.

Podrán recorrer la antigua judería, y sobre todo, no olviden el Parque de María Luisa, con tantas glorietas y rincones ocultos cuajados de flores.

Y entre un monumento y otro, mientras se visita el Museo de Bellas Artes o se acude a la Macarena, que al igual que el Gran Poder es visita obligada incluso para espíritus laicos, déjense caer por algunos bares de tapas, porque nada más agradable que aliviar el cansancio del paseo o el calorcillo que ya empieza a apretar a mediodía con una fresquísima copa de manzanilla o una cerveza, que en Sevilla no hay otra mejor, la Cruzcampo, ligeramente amarga pero que aviva el sabor de los camarones, el jamón o los langostinos con que se acompañen, bien acomodados en una terraza, viendo pasar el mundo.

Vengan a Sevilla en abril y conocerán lo mejor de la vida. Doy fe.

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