jueves, 11 de septiembre de 2008

EL DUENDE A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

Silvia Durán, el arte en la memoria

Tribunal de la Inquisición

La Inquisición se creó en la Edad Media, en 1184, en el Languedoc (sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros. En 1249 se implantó también en el Reino de Aragón y más tarde, con la unión de Aragón y Castilla (Reyes Católicos) se extendió con el nombre ya de Inquisición Española e incluso llegó a América.
Con el decreto de expulsión de los judíos firmado por los Reyes Católicos se pretendió acabar con las aljamas, pero Sepharad, aquella patria tan antigua que era ya nombrada por el profeta Isaías en la Biblia, perduró en la memoria de los que se fueron a la fuerza, en sus hijos y los hijos de sus hijos, hasta hoy en que muchos judíos guardan aún las llaves de sus casas de Toledo o Sevilla y en la memoria colectiva, aromas de azahar, de menta y de canela.
Viene este preambulo a cuento de la historia de una niña judía que vió bailar a Antonio (sin apellidos, como fue en vida Antonio el bailarín) en Suráfrica con 12 años y toda la memoria genética de siglos se le revolvió en las entrañas y supo que tenía que ir a España y aprender ese baile que le estaba creciendo por dentro como planta viva solamente con verlo bailar a otro. Dejó el estudio del piano, lo dejó todo para viajar a España a beber de las fuentes, vino a aprender ese flamenco puro que sentía que le estaba levantando los brazos y agitando los pies sólo con oir la música. Y en España permaneció 15 años. Y luego, convertida ya en bailaora, Silvia Durán, aquella niña judía, paseó por el mundo el arte de sus antepasados, hasta que cuando la Guerra del Yom Kippur, en 1973, viajó a Israel para quedarse.
Ahora, indagando en los linajes familiares que en el caso de los judíos están perfectamente estudiados, ha descubierto que desciende de una familia de Sevilla, judía claro está, que fue expulsada por la Inquisición.
Ahí tienen la mejor respuesta a cualquier guerra, de nada sirve la expulsión, el odio, las diferencias entre unas y otras razas, que el Arte se burla de todo eso y nace de aquella vieja memoria genética guardada y florece de nuevo como antes de 1492. Los siglos no son nada para lo que la memoria guarda.

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