sábado, 30 de abril de 2011

LA FERIA DE SEVILLA



LA FERIA DE SEVILLA

Este año la llamada Feria de Abril de Sevilla cae en mayo, debido a lo alta que ha caído la Semana Santa por aquello de la primera luna llena de la primavera, pero la gente la ha comenzado como siempre en abril, desde el jueves está lleno el Real y hay ambiente en las casetas  y eso que llueve a mares.

Ya ha llovido también desde que en agosto de 1846 un catalán y un vasco se inventaran la Feria. Narciso Bonaplata y José María de Ybarra hicieron el 25 de agosto de 1846 un escrito al Cabildo Municipal solicitando que les permitieran celebrar en Sevilla una Feria anual los días 19, 20 y 21 de abril con idea de vender ganado en esas fechas.

En marzo de 1947, Isabel II concedió a Sevilla "privilegio de Feria" y ya desde entonces, no ha dejado de celebrarse. Ha cambiado de sitio, desde el Prado de San Sebastián y la Pasarela al barrio de Los Remedios, se ha hecho mucho más grande, adecuándose al público que cada vez acude en mayor cantidad. Porque el pueblo la hizo suya y las ganaderías pasaron a venderse con el tiempo en otras zonas de la ciudad y la Feria se quedó en puro gozo de los sentidos, para el disfrute de la charla, el baile, el paseo de caballos, las copas y las tapas.

Debe ser la única feria del mundo que tiene "sucursales", pues existe desde hace tiempo la "feria de abril de Cataluña", iniciada por emigrantes andaluces y aceptada con entusiasmo por los catalanes. Y aún hay alguna otra que hacen al menos por un día en otras zonas de España.

Sus portadas, sus farolillos, sus casetas, su iluminación, incluso su moda en trajes de flamenca, son imitados por muchos pueblos y ciudades andaluzas. Muchos extranjeros llegan a Sevilla cada año expresamente a vivirla. Como hacía el famoso Pepe "el escocés", que llegaba cada año desde Escocia vestido con su traje típico y era invitado en todas partes por su simpatía y saber estar.

Mucha gente vive del negocio de la Feria (como ocurre con la Semana Santa), los cocineros de las casetas, camareros, puestos de pinchitos y pollos asados, algodón de azúcar o buñuelos, los "cacharritos" de la llamada calle del Infierno, por el ruido que hay en ella; es decir, que aunque alguien piense que con el paro que hay en Sevilla es una locura una semana de gasto, en realidad es un gran negocio, primero para el Ayuntamiento, que cobra por cada parcela, para los hoteles que se llenan al completo, para los bares que rebosan de visitantes, muchos de ellos madrileños; para el AVE, que dobla el número de trenes, para las bodegas de Jerez que surten la Feria de manzanillas y finos y para muchas familias que están en el paro y cobran un buen dinero la semana de Feria por "atender" una caseta, bien en la cocina, sirviendo en las barras o de vigilantes en la entrada. Durante la semana de Feria, toda la ciudad hace negocio porque hasta los comercios del centro de Sevilla, alejados de la Feria, se llenan de extranjeros comprando abanicos, mantones, mantillas o adornos festivos. Como además hay a diario corridas de toros, el negocio es aún mayor.

Y si los precios están caros, que lo están, porque los alimentos han subido, el IVA ha subido y el Municipio cada vez cobra más por las parcelas donde instalarse cualquier negocio, mucha gente recurre a los usos de las ferias de la posguerra, y llegan de los pueblos cercanos con la tortilla y los filetes empanados, las croquetas de casa, que antiguamente metían en cajas de zapato y ahora en bolsas de Carrefour y dejan el dinero que tengan para darle un par de vueltas a los chiquillos en los cacharritos y disfrutar un día viendo el colorido, el ambiente, el paseo de caballos etc...Por eso en muchos pueblos de la provincia declaran festivo en su municipio uno de los días de la Feria de Sevilla, para permitirle a sus vecinos acudir sin problemas y ponen más trenes de cercanías y autobuses.

Hay muchas casetas públicas donde tomarse una copa y unas tapas. Y muchas casetas privadas donde un grupo de amigos se lleva todo el año pagando una cuota para poder tener el dinero suficiente para montar la caseta e invitar allí a sus familiares y conocidos. Estas personas pagan la decoración, el marisco, los jamones, los vinos, un grupo de cante si lo contratan, el personal de cocina y barra, la vigilancia, y todo eso vale mucho dinero, después van con sus familias y amigos y, muchas veces, pagan cada consumición con tikets que previamente se han repartido entre los socios. Por eso los visitantes llegados de otras provincias no deben sorprenderse si no pueden entrar en esas casetas privadas, pueden en cambio acceder a las públicas que son numerosas y abonar allí sus consumiciones tranquilamente. Y como todas las casetas tienen las cortinas abiertas, pueden disfrutar del baile y la decoración (muy originales a veces, recordando los salones del siglo XIX) de cada caseta.

Todo el conjunto es un espectáculo de luz, color y alegría de vivir. Si no llueve, que sería lo suyo, la Feria es maravillosa, pero si el tiempo se empeña en fastidiar, la gente sortea los charcos, agarra un paraguas y va de todas formas. Y hasta los jinetes pasean con un capote puesto, desafiando el mal tiempo. La Feria es un canto a la primavera y la vida, por eso la lluvia no puede con ella. ¡Que la disfruten!

1 comentario:

Marga Morguix dijo...

Que disfrutéis de la feria...
Cuando vivía en Extremadura, solíamos ir casi todos los años, con amigos sevillanos. Ahora ya me queda más lejos, qué se le va a hacer.
Un besote.