LA BARBARIE
Debemos preguntarnos todos qué sociedad estamos creando en la que la barbarie es cosa habitual y que a casi nadie sorprende.
Hemos visto imágenes sobrecogedoras del asesinato del coronel Gadafi, de una crueldad que va más allá de la venganza para caer en la bestialidad más absoluta. Se le persiguió herido y sangrante, mientras suplicaba clemencia, y los perseguidores no sólo no la tuvieron, sino que se burlaban y le golpeaban hasta que lo remataron a tiros como a un animal. Es inconcebible que países civilizados emitan esas imágenes en sus televisiones y peor aún que acepten a esas bestias como interlocutores válidos para un futuro político.
Porque desgraciadamente veremos como los mismos jefes de estado que se codearon con Gadafi lo harán en el futuro con sus crueles asesinos sin parpadear. Parece que nadie ha considerado la necesidad de un juicio justo incluso para el más vil de los sátrapas y dictadores.
Se está exhibiendo ese cadáver, cubierto de sangre seca y ennegrecida, como un trofeo, contraviniendo incluso los propios ritos de enterramiento musulmanes; nadie lo ha lavado y amortajado, nadie ha sido respetuoso con ese cuerpo que, fuera él como fuere, sigue siendo el cuerpo de un ser humano, y parece que no hay un sólo dirigente mundial que diga ¡basta ya de bestialidades!
No hay nada peor que las turbas enloquecidas y salvajes y su comportamiento demuestra qué lejos están de la civilización. Desde esa barbarie no se puede reconstruir un país por mucho petróleo que tenga. Y es terrible que los países occidentales, supuestamente civilizados, acepten todo esto sin chistar por los intereses económicos.
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