lunes, 12 de noviembre de 2007

LA MEMORIA DEL AMOR

Lourdes Arroyo

Lourdes Arroyo junto a su marido, Mario Conde

Ha realizado recientemente Jesús Quintero, aquél antiguo Loco de la Colina, una extraordinaria entrevista a un personaje que lo tuvo todo en la España de los 90 y todo lo perdió, que subió a lo más alto y en cuestión de horas, descendió a los infiernos. Fue una entrevista como suelen ser todas las suyas, plagadas de pausas y silencios y pudimos ver a un hombre en carne viva, apesadumbrado y dolorido por la pérdida de la compañera que le había acompañado durante tantos años y que siempre, en lo bueno y en lo malo, en lo mejor y en lo peor, estuvo con él, creyó en él y le defendió contra viento y marea. Escribo sobre esto porque recientemente tuve una conversación con alguien que pensaba que el amor y la amistad es algo que debe acomodarse a la medida del ser amado, que sus culpas te liberan de la obligación de defenderle. Yo sostenía lo contrario, que precisamente el amor se demuestra en los momentos malos, porque cuando todo va bien es muy fácil amar pero cuando las cosas se tuercen, necesitas de todas tus fuerzas para seguir amando y luchando por esa persona. Y la medida de tu valía, la da en esos momentos tu lealtad.
Y esta fue la lucha de esta mujer admirable de quien su marido fue a hablar en esa entrevista. No iba a la televisión a exponer sus propios dolores, sino la memoria de la persona que amó y por la que tanto fue amado y cuya desaparición temprana le ha hundido en el dolor. Fue a hablar de Lourdes Arroyo.
A ella nunca le gustó la imagen pública que tuvo que asumir en la ascensión fulgurante de su marido y rehuía las entrevistas, pero no huyó cuando llegó la caída y dio la cara abiertamente para defenderlo cuando todos le atacaban.
La pareja se conoció en Vigo, a principios de los años 70. Era verano y el chico era solamente un estudiante de Derecho recién licenciado con sobresaliente.
El 29 de septiembre del año 1973, se casaban en Illescas (Toledo). Ese mismo año, él aprobó las oposiciones a Abogado del Estado con el nº 1, eligiendo Toledo como destino. Ella era discreta, paciente y dulce y seguía estudiando.
En 1976 su marido fue nombrado Jefe de Estudios de la Dirección General de lo contencioso del Estado. Pero pidió una excedencia para dedicarse a los negocios.
Juan Abelló le contrató como Secretario General de Laboratorios Abelló, él tenía 28 años y Juan Abelló 34, e iniciaron una larga amistad. Siete años después ya eran socios. A petición de Abelló, diseñó la venta del laboratorio a Merck, como paso previo a invertir en Antibióticos, de esa intermediación en la venta, nuestro personaje sacó 300 millones de pesetas. Más tarde vende Antibióticos al grupo italiano Montedison por 58.000 millones de pesetas, una operación que aún se pone como ejemplo en las Escuelas de Negocios, por su brillantez.
Pasa a ser accionista de Banesto y Presidente de la entidad más tarde, en el 87, pese a ser considerado un advenedizo en la banca. Sale de Banesto Juan Abelló, recuperando su inversión sin intereses, quizás tuvo la intuición de lo que se avecinaba.
Se esfuman casi cinco mil millones de la Corporación Industrial Banesto y el día de los Santos Inocentes de 1993, el Banco de España interviene Banesto y le destituyen de la Presidencia.
Había comenzado el calvario. En sólo un año, acaba nuestro personaje en la cárcel. Y desaparecen del horizonte de la pareja todas aquellas amistades que habían aparecido al olor del dinero. Es entonces cuando aquella mujer tímida, frágil, que gustaba de pasar desapercibida y nunca quiso "figurar", da la cara y defiende públicamente ante los "tigres" de la prensa a su marido, la inocencia de su marido, y busca hasta debajo de las piedras para reunir los 2.000 millones de pesetas que le exigen como fianza para salir de la cárcel.
Y sigue a su lado. Pese a todos los rumores de separación que se suceden, Lourdes, se mantiene firme junto a él. En el año 1997, la Audiencia le condena a 6 años de cárcel. Sale y vuelve a entrar en el año 2000, con una pena de 10 años.
Nuestro personaje, confiesa en la entrevista la vanidad que le poseyó en los años de triunfo y todo lo que ha aprendido en los años de calvario, sobre sí mismo y sobre los demás.
El verano pasado, ya sabéis que el sufrimiento siempre pasa factura, incluso a las mujeres fuertes, o más si cabe a estas, porque no se permiten a sí mismas flaquear, le diagnosticaron a Lourdes una grave enfermedad ya en estado muy avanzado. Luchó contra ella cuanto pudo, pero el día 13 de octubre pasado, la enfermedad ganó la batalla y esta mujer fuerte falleció en Madrid a los 52 años.
El Rey telefoneó personalmente a la familia, al viudo, para darle el pésame. Juan Abelló acudió al funeral, hacía más de 20 años que ambos no se hablaban, pero acudió a la ceremonia y los antiguos amigos se fundieron en un abrazo. ¿Y sabéis por qué? Porque Lourdes Arroyo fue siempre y lo seguirá siendo en la memoria de los que la conocieron y amaron una verdadera señora, de cuerpo entero. Sic tibi terra levis.

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