martes, 26 de febrero de 2008
EL DEBATE
Hoy, según el periódico que leas dan como ganador a uno u otro de los candidatos, pero, aparte de los nervios claramente visibles en Rodríguez, que además perdió los papeles en varias ocasiones, interrumpiendo atropelladamente a Rajoy y balbuciendo en cambio cuando le tocaba hablar, ambos andaban bastante ajustados y con los papeles aprendidos. Pero donde no hay mata, no hay patata, y de cuatro años de fracasos, por mucho que los disfraces no puedes hacer una legislatura triunfalista. Aunque llegues al plató con ácido hialurónico inyectado que parece que le impedía mover un músculo, de Rodríguez hablo, con las cejas remarcadas en uve invertida con un extraño color marrón imperdonable (lleve usted su propio maquillador para esto), los ojos con una sombra de marrón claro que se le notaba a leguas y como remate de los tomates, rimmel marrón en las pestañas que con las luces y sus ojos claros, chillaba y daba voces de impacto. El asesor de imagen de Rodríguez se ha lucido, no digo más.
Qué importante sería para aquellos que llegan al poder, sea en política, en la empresa privada, en la banca, tener a su alrededor personas sinceras, capaces de decirles cara a cara la verdad y no mentirles para medrar. A todos nos gusta la palmadita en el hombro, pero cuando estás en el poder esa palmadita puede ser un empujón al abismo de tu propia soberbia, que te impida ver más allá de las puertas de la Moncloa.
Y un detalle de lo mejor de la noche, entre los mensajes no verbales el lapsus de Rodríguez de afirmar con la cabeza cuando Rajoy le lanzó a la cara que había mentido a todos los españoles, cuando quiso rectificar era tarde, todos le habíamos visto afirmar con la cabeza.
El lunes que viene, la segunda parte. Esperemos que entonces haya un claro ganador, aún tienen tiempo de mirar y remirar los vídeos para ver en que falló cada uno y tratar de arreglarlo. Sobre todo que Rajoy mire de frente y no ande mirando a todas partes menos al otro candidato y que Rodríguez deje de mover su mano izquierda amenazando con el índice como si quisiera meterle un dedo en el ojo al contrincante.
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