miércoles, 25 de junio de 2008

LA REALIDAD, SUPERA LA FICCIÓN

Emanuela Orlandi


Emanuela Orlandi

Paul Marcinkus

La gente ha llegado a hacer colas para comprar libros que hablan de misterios vaticanos, asesinatos y violencia y resulta que la realidad está ahí, repleta de misterio, dolor y sangre, sin grandes esfuerzos narrativos.
Ahora salen a la luz testimonios sobre el secuestro de Emanuela Orlandi, la hija de un empleado vaticano, que desapareció en Roma el 22 de junio de 1983, hace ya 25 años. ¿Saben que durante años su madre mantuvo la esperanza y dejó la llave bajo la alfombrilla de la entrada para que ella pudiera entrar si volvía y ellos estaban fuera?. Más tarde, alguien robó esa llave. Para una madre, la pérdida de un hijo no se olvida jamás.
La desaparición de Emanuela se produjo un año después de la quiebra del banco Ambrosiano y del asesinato de su presidente y un año antes de que el IOR (Instituto para las Obras Religiosas), es decir, el banco central de la Iglesia Católica, pagara más de 440 millones de dólares a los acreedores del Banco Ambrosiano.
Emanuela tenía solamente quince años, unos años llenos de ilusiones, de miedos, alguna mala nota, estudiaba música y estaba enamorada de un estudiante de guitarra, como cualquier otra chica de su edad.
La tarde que desapareció, Emanuela llamó a casa preguntando por su madre, quería contarle que un hombre le había propuesto vender productos Avon, ganando 375 mil liras, saber lo que opinaba y pedirle permiso para aceptar. Pero su madre no estaba. Era una cantidad excesiva para dos o tres horas de trabajo, su hermana Federica, con la que habló, pensó que era demasiado dinero, que el asunto "olía mal", y le dijo que mejor volviera a casa enseguida. Pero Emanuela no volvió.
Al día siguiente, Juan Pablo II, el Papa viajero,volvió al Vaticano desde Cracovia.
El día 25, un tal Pierluigi, llama a la familia y dice que Emanuela se ha escapado en busca de aventuras, que volverá al final del verano.
El día 26, casi a las 12 de la noche, se presentan en casa de los Orlandi dos agentes del SISDE, Servicio para la Seguridad y la Información Democrática, el servicio secreto civil italiano. Les comentaron que eran del pueblo donde la familia veraneaba. La familia les creyó. Aplicaron un aparato al teléfono para registrar las llamadas y estuvieron en la habitación de Emanuela, durante varios días registraron esa habitación, la familia confiaba en ellos, pensaban que deseaban ayudarlos ¿en quien confiar en un momento así si no es en los responsables de la seguridad de tu propio país?.
El 3 de julio, el Papa Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, eleva sus plegarias para que la niña aparezca incólume.
El 5 de julio entra en escena un hombre al que ya se referirán siempre como "el americano", por su acento, llama a la familia y les pone una cinta con la voz de Emanuela, les dice que funcionarios del Vaticano se pondrán en contacto con la familia.
El día 6, en vista de que desde el Vaticano nadie llama, el padre acude al prefecto de la casa pontificia, el prefecto no sabe nada y lo pregunta al sustituto de la Secretaría de Estado, Martínez Somalo, que en un principio niega que haya habido ninguna llamada, después la reconoce, pero dice que "no se entendía nada".
Ese mismo día, alguien llama a la redacción de Ansa, la agencia nacional de información, dice que han transmitido un mensaje al Vaticano y que este lo ha ocultado. Que en la Plaza del Parlamento, en un contenedor de basuras, están las pruebas de que tienen a la chica y que desean negociar.
El redactor de Ansar acude al lugar y encuentra una fotocopia del carnet de la escuela de música de Emanuela, el recibo de una tasa de examen, el número de teléfono de la familia y un papel con una frase con la letra de la chica " con mucho afecto, vuestra Emanuela".
El 17 de julio, llega una cinta con la voz de Emanuela, se queja "me hace daño, por favor, ¿por qué me hace esto? Tengo sangre".
Los secuestradores piden la liberación de Agca, el que intentó asesinar al Papa, dicen que el secuestro es obra de la KGB. Pero no es verdad, es algo mucho más sórdido aún, es gente de la propia Iglesia la que está detrás del secuestro.
El 22 de julio, el Vaticano obliga a la familia a decir que las comunicaciones se hagan a través del abogado Gennaro Egidio, casualmente consejero del IOR en la corte de Londres por la quiebra del Banco Ambrosiano.
Después de estudiar todos los mensajes que continuaron llegando a la familia, se llega a la conclusión de que el que los envía es una misma persona, fría, calculadora, segura de sí, que conoce a la perfección el latín y el italiano, que se mueve por Roma como por su casa y muy probablemente, pertenece a la jerarquía eclesiástica y habla con acento americano muy fuerte.
Se cree que el atentado nunca vino del Este, que fue desde el primer momento un aviso al Papa. Un aviso de que no removiera el caso Ambrosiano.
Roberto Calvi, Presidente del Banco Ambrosiano había dicho a su hija antes de "suicidarse" que "los curas debían hacer honor a sus compromisos o el revelaría todo lo que sabía". No pudo revelar nada, lo callaron antes.
Ahora, la pareja de un mafioso, Enrico de Pedis, que era miembro de la organización La Magliana y casualmente y sin saber por qué, está enterrado en la cripta de la basílica de San Apoliinaire, junto a la plaza Navona, habla del secuestro de Emanuela y dice que ella la recogió en su coche "por encargo"; la iglesia donde está enterrado Enrico, pertenece al Opus Dei. El cardenal vicario del Papa, Ugo Poletti, concedió el 10 de marzo de 1990 el nihil obstat para la sepultura de Enrico, solicitada por Piero Vergari, rector en ese momento de la basílica. ¿Desde cuando se entierra a los asesinos en las iglesias?. La mujer dice que Emanuela fue asesinada y su cuerpo arrojado a una hormigonera. La testigo, Sabrina Minardi, acusa además directamente al fallecido arzobispo estadounidense Paul Marzinkus, el que fue llamado "banquero de Dios" de ser el inductor del secuestro para presionar al Papa tras la quiebra del banco Ambrosiano. En ese caso "el americano" podía ser Marzinkus. La testigo dice que cogió a la muchacha y la llevó a una gasolinera y la entregó a un hombre "con aspecto de sacerdote", que estaba dentro de un automóvil con matrícula del estado pontificio.
Cuando se descubrió que el IOR era cómplice de las ilegalidades financieras de Calvi, y Marcinkus fue acusado por el Estado italiano de la bancarrota, el Papa exilió a Marcinkus a un poblado de jubilados ricos de Arizona, EEUU, para librarlo de la cárcel y pagó para acallar a los acreedores. Marcinkus falleció hace dos años.
¿Fue la Iglesia culpable de la desaparición y muerte de la niña? ¿Las manos que alzan el cáliz gotean sangre inocente?

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