miércoles, 30 de julio de 2008

LA FELICIDAD INADVERTIDA



Una puesta de sol, un bosque, la brisa de la tarde que mueve el agua, tantas cosas que nos pasan desapercibidas, en ellas está la felicidad.

Hay muchas personas que se sientes desgraciadas, infelices, a veces por un motivo concreto, otras incluso sin ningún motivo. Y quisiera hacerles reparar en toda la felicidad inadvertida que nos rodea.
Ese momento, al amanecer, en que comienzan a cantar todos los pájaros, como si con su canto mágico quisieran pedir al sol que se apresurara en su carrera. El instante del primer té de la mañana, cuando su aroma de canela y rosas inunda nuestro espíritu. La ducha que nos despierta y nos cala el alma. Cuando salimos y las calles parecen recién estrenadas, sin nadie aún, como esperándonos a nosotros.
En las horas de calor, cuando nos refugiamos bajo la acogedora sombra de un gran árbol, cuyas hojas parecen protegernos.
Un vaso de agua fresca cuando sentimos sed. Una amena lectura, acomodados en nuestro sillón favorito. El paso mullido y silencioso de las gatas a nuestro alrededor, hasta que encuentran la manera de acomodarse justo en el mismo sillón en el que estamos, como si no hubiera ningún otro en la casa.
Esas comidas con amigos a los que no vemos hace mucho y que un día aparecen trayendo consigo la alegría de los días pasados.
La agradable tertulia de la sobremesa en la que todo puede ser dicho sin enfados ni disgustos.
Ese licor de frutas que guardamos secretamente en la alacena y sacamos con el café y que trae consigo toda la alegría del anterior verano.
Ese delicioso momento en que llegamos a casa por fin tras el trabajo diario y los muebles, las pequeñas cosas, parecen reconocernos y saludarnos.
El momento en que nuestro paladar prueba una nueva comida, sabores desconocidos, novedosos, desacostumbrados, que nos deslumbran.
La pequeña planta por la que tanto hemos luchado y que vemos empezar a florecer, torpemente, como un niño que aprende a dar sus primeros pasos.
Esa hora de la tarde noche, cuando el sol va cayendo y comienza esa brisa suave que agita las cortinas como velas de barco y envuelve la casa en tonos anaranjados y rosas, y si nos asomamos a la terraza, vemos a la ciudad brillar en diferentes puntos, como espejos que estallaran de gozo y a las plantas alargar sus brazos, preparándose ya para el frescor nocturno.
Todas esas pequeñas cosas y muchas más son lo que yo llamo la felicidad inadvertida, esa que a muchas personas les pasa desapercibida y que habría que aprender a gozar para ser mucho más felices.

No hay comentarios: