miércoles, 23 de julio de 2008

NOTICIAS


Mientras se te atraganta el desayuno al leer que una joven de 28 años, de Oviedo, ha sido capaz de enterrar vivo al hijo que acababa de dar a luz, sano, solamente para ocultar su embarazo, como si el hijo no fuera un ser humano sino una cosa de su propiedad de la que puede deshacerse a voluntad, y sigues leyendo y ves que otros han abandonado en Madrid a un bebé en un parque, también como si fuera algo inservible y te estremece la frialdad de la sociedad actual y te dan ganas de no seguir adelante, lees de improviso una noticia que te reconcilia con la humanidad y hasta con los políticos, y mira que estos suelen ponerlo difícil.
Pero lees que Jesús Pérez García, un hombre corriente, abogado de profesión quería ser concejal en Granada, donde vive, para acabar con la miseria. Lo intentó al final de la Dictadura y no pudo, pero sí lo logró con la Democracia, y el 23 de mayo de 1983, Jesús logró su ansiada acta de concejal. Entró con el Partido Democrático Popular, en la oposición. Entonces cobraban los concejales 15.000 pesetas mensuales, ya ha llovido desde entonces; pero Jesús empezó a pensar que aquello no podía ser legal y si lo era, no era justo, porque él cobraba tanto si iba como si no, igual que los demás y sentía que estaba estafando a la sociedad. Por otra parte, si renunciaba al sueldo, ponía en evidencia a sus compañeros, y tampoco era esa su intención. Así que un buen día, el 10 de septiembre de 1987, Jesús se fue a un notario y dejó allí testimonio de sus deseos. En los cuatro años que estuvo en el Ayuntamiento había cobrado 1.193. 829 ptas. El dinero lo metería en una cuenta bancaria, lo movería en Bolsa y después repartiría los beneficios entre los pobres. El 20% se destinaría a aumentar el capital y el 80% para ayudas a los necesitados de Granada.
Han pasado veinte años y el fondo está más vivo que nunca, actualmente aquél fondo vale 18 millones de pesetas (109. 116 euros).
Como el dinero salió del Ayuntamiento, aunque era su sueldo, Jesús, sin que nadie se lo pida, rinde cuentas al gobierno municipal y les envía los extractos bancarios con todos los movimientos y el destino de los beneficios.
Durante los primeros años envió el dinero a una parroquia de Almanjáyar, pero se dio cuenta de que parte de los fondos se destinaban a cubrir las necesidades de la Iglesia. No le parece mal, pero no era eso lo que buscaba, así que desde entonces sus donaciones van a las monjas de San Vicente de Paúl y a su centro de la zona norte, un verdadero salvavidas para los pobres, a los que dan de comer a mediodía y un bocadillo para la noche, ropa si la necesitan y mucho cariño. Jesús les envía entre 2.500 y 3.000 euros anuales que producen las rentas del fondo.
Jesús ya no está en la política pero le queda la satisfacción de "que algún hambre habré quitado".
Ojalá muchos políticos siguieran su ejemplo.

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