El lienzo completo.
El detalle de esa mirada, de ese hilo de amor que les une.
Aunque sea un invento más comercial que afectivo, hoy se celebra el día de la Madre. Para contribuir a dicha celebración, he aquí un cuadro que realmente representa la maravilla de la Maternidad, cuando todo es aún futuro por delante; es de Andrea Solari (1460-1524), pintor milanés renacentista que consigue en este magnífico cuadro que los ojos de Madre e Hijo se crucen, se pierdan en el placer de mirarse mutuamente, se recreen en su amor y todo alrededor, desaparezca. La Madre se emboba en el Hijo y el Hijo se pierde en la mirada entrañable de la Madre. Eso, es amor.
Y en segundo lugar, la Pietá de Miguel Angel Buonarroti, la Maternidad cuando ya no queda futuro, cuando el Hijo muerto yace en el regazo; ya la mirada no se pierde en los ojos del Hijo, es una mirada vuelta hacia adentro, hacia el interior de sí misma, hacia la vida que un día dio y que ya nunca podrá volver a dar. El cuerpo, rígido por el dolor, de la Madre, hace juego con la rigidez cadavérica del Hijo. Con la mano derecha lo sostiene fuerte aún, como cuando lo amamantaba, pero la mano izquierda cae ya, abierta y desolada, porque ya no le queda sino el vacío de la pérdida, de la mayor pérdida que puede sufrir un ser humano, la de la muerte de un Hijo. Sobre todo para quien antes le había dado la vida, su Madre. Y eso, también es amor.
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