Taiwan.
Taipei.
Tragedia de "Romeo y Julieta", de Willians Shakespeare.
Cuando dudamos de que el amor exista en una sociedad donde priman los intereses, nos llega desde Taipei la noticia de que hay personas dispuestas aún a morir por amor.
Un taiwanés de 41 años, cuya novia se había suicidado ingiriendo pastillas, quiso morir con ella, abrazado a ella, y se introdujo en el frigorífico del depósito de cadáveres y la abrazó, después de ingerir también cierto número de barbitúricos, dispuesto a dormir el sueño eterno junto a su amada.
Menos mal que empleados del depósito, aparte de llevarse el susto de sus vidas, detectaron una temperatura demasiado alta dentro de la cámara y también uno de los cierres abiertos, eso le salvó la vida; un gerente abrió la cámara y vio dos personas en lugar de una. No se le olvidará la impresión.
Como diría Shakespeare, "bien está lo que bien acaba". Y ahora, a consolarse.
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