lunes, 14 de febrero de 2011

EL MITO DEL AMOR ROMÁNTICO



EL MITO DEL AMOR ROMÁNTICO

Como cada año por estas fechas, la fiesta de San Valentín, nos recuerda el mito del amor romántico. La mayor característica del enamoramiento es la ilusión de que durará para siempre. Como en los cuentos de hadas de la infancia en que príncipes y princesas se casan, comen perdices en el banquete de bodas (a saber la relación de esos pobres pájaros con la felicidad) y viven felices para siempre. 

El mito cree en la llamada "media naranja", esa otra mitad, hombre o mujer, que está en alguna parte del mundo esperándonos, y naturalmente cree que, al encontrarla, la reconoceremos de inmediato y nos enamoraremos de ella. Como estamos "predestinados por los astros", al encontrarnos todo será felicidad y estaremos para siempre en condiciones de satisfacernos mutuamente en todas nuestras necesidades.

Pero luego llega la realidad, y ocurre que no somos capaces de llenar realmente todas las necesidades del otro (ni el otro llena las nuestras) y surgen fricciones y problemas.

Sin embargo es posible trabajar de manera constructiva esos problemas si partimos de la base de que las personas no tienen por qué pensar y sentir de la misma manera para ser felices. Aceptar la individualidad y la peculiaridad de cada uno, es la verdadera manera de comenzar a entenderse y amarse.

Enamorarse es un deslumbramiento y, como cuando el sol incide de lleno en nuestros ojos, no podemos ver bien y con claridad hasta que alcanzamos una zona de sombra. Enamorarse está muy cerca del amor, pero no es el amor mismo, puesto que el amor es una tarea y un esfuerzo diarios, es una decisión de vida.

El acto de hacer el amor, no es un acto de amor, aunque muchas veces la gente lo confunde.  El único parecido es que en ambos casos se diluyen los límites del yo y nos sentimos fuera de nosotros mismos y transportados a otro mundo, sólo que en el acto de hacer el amor esto dura sólo un minuto y en los actos de amor dura mucho más.

De eso saben mucho los místicos, sean de la religión que sean, pues realizan un acto de amor hacia la divinidad en la que creen y eso les hace sentirse desligados del mundo y unidos a todo el universo, difuminan el yo hasta hacerse uno con el Todo.

El amor es el libre ejercicio de la voluntad de elegir. Por eso no es amor la no aceptación de que el otro ya no nos ama y empeñarnos en que tiene que amarnos y seguir a nuestro lado. Si llegáramos a entender que obrando así no demostramos amor al otro, sino que somos parásitos de él, no habría tantos problemas como vemos en las separaciones en que uno de los componentes de la pareja no acepta el no del otro. Porque son seres dependientes, no autónomos y se muestran incapaces de iniciar un nuevo camino en soledad o buscar otra pareja.

Y peor aún si en esa dependencia y esa incapacidad de reiniciar una nueva vida, se llevan por delante la de sus hijos, inocentes y sin ninguna culpa de los problemas de la pareja, impidiéndoles la posibilidad de vivir sus propias vidas, como hemos visto en sucesos recientes. El hecho de haberles dado la vida, no les otorga el derecho a quitársela cuando las cosas le van mal a su Yo, no al de ellos, y sienten que su sueño de pareja para siempre ha fracasado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy solo le regalare una rosa.

Un saludo
Ka

Ishtar dijo...

Gracias. Saludos.