domingo, 27 de febrero de 2011
FUNESTA MANÍA
FUNESTA MANÍA
Las llamadas "grandes potencias" tienen la funesta manía de jugar con países y personas como si se tratasen de fichas de dominó.
Cuando en 1912, Italia invadió Libia, nadie movió un dedo para impedirlo porque era entonces un terreno baldío de tribus beduínas dispersas, que cada una controlaba su parte de territorio y, sobre todo, sin ningún valor económico.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, esas grandes potencias no quisieron dejar en manos de Italia un terreno que era como cinco veces más grande que la propia Italia pero tan sólo tenía un millón de habitantes, así que decidieron declararlo territorio independiente y plantar allí un Rey. Craso error, porque lo que podía haber sido un país democrático de estilo europeo en el litoral sur del Mediterráneo, pasó a ser la primera colonia africana independiente (lo que hizo que otras quisieran seguir su ejemplo, algo que Europa, EEUU y la Unión Soviética, no habían previsto).
Así las cosas, el 24 de diciembre de 1951, fue proclamado el Rey Idris I de Libia. Cuyo reinado duró hasta que sobrevino el golpe de estado de Muammar al -Gaddafi en 1969, e implantó un régimen de gobierno socialista. Curiosamente, todos estos países del entorno que andan revolucionados estos días, Túnez, Egipto, etc... tienen gobiernos de izquierdas.
Esta situación, la del derrocamiento del Rey Idris, no hizo mover un dedo a las grandes potencias hasta que en 1986 unos atentados en países occidentales contra objetivos estadounidenses, hizo que Ronald Reagan bombardeara Trípoli y Bengasi, las dos más importantes ciudades libias. En una de estas acciones falleció una hija de Gaddafi, Jana.
Aparte de financiar terrorismo, Gaddafi también anduvo en guerra con Chad, por meter la nariz en la guerra civil de Chad, aportando tropas y armas a una de las partes, hasta que el Chad logró que se replegaran de nuevo a Libia.
En 2003, Libia reconoció la responsabilidad de ciudadanos libios en los antiguos atentados y se mostró dispuesta a indemnizar a los familiares de las víctimas.
Pero mientras sucedían todas estas cosas, Gaddafi era recibido con honores de jefe de estado en múltiples países, incluida España y plantaba su jaima donde le parecía oportuno con la anuencia de todos.
Exactamente igual que estos días hemos podido ver al Rey Juan Carlos en Kwait, como invitado de honor en algunos festejos.
Arabia Saudi es una monarquía absolutista que mantiene un sistema feudal y cualquier día se forma allí una revolución como estas a las que estamos asistiendo, pero mientras eso no suceda, como manejan "petrodólares", nadie se mete con ellos.
Ahora se rasgan las vestiduras ante la revolución Libia, acusan a Gaddafi de genocidio y no sé cuantas cosas más cuando ellos, incluida España, son los que les han vendido las armas. Y aparecen artículos de sesudos psiquiatras que acusan a Gaddafi de personalidad paranoide y megalomaníaca, que no es más que una obsesión compulsiva por tener el control. A buenas horas. Y además si analizamos la personalidad de algún que otro dirigente político, incluidos los que más cerca nos pillan, no le andarían muy lejos.
Pero todo esto de La Haya de querer ahora investigar los crímenes de Gaddafi, cuando lleva haciendo a ese respecto su santa voluntad desde el golpe de estado del año 69 del pasado siglo, tiene mucho más que ver con el petróleo que con las víctimas, no nos engañemos. Aquí se juegan muchos intereses económicos y eso es lo que está moviendo a las naciones, nada de altruismo y preocupación por los derechos humanos. Todo es pura hipocresía.
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